Comencé a
interesarme en este tema cuando, estudiando la demografía de Aragón, leí un
interesante artículo que hablaba del curioso fenómeno que se había producido en
el valle de Benasque: este valle, uno de los que sufrió mayor aislamiento de
todo el Pirineo, por la dificultad de las comunicaciones, sobre todo en época
hibernal, ya que para llegar se deben superar, o bien congostos y desfiladeros
de difícil pasaje, o bien puertos de montaña de cruda ascensión, que gracias a
este aislamiento conserva uno de las hablas más particulares de todo el
Pirineo, el patués o benasqués, una “semilengua”, dialecto del aragonés, con préstamos de éste, del catalán, del
occitano y del francés; un territorio dedicado, sobre todo a la tradicional
actividad ganadera y de pequeñas explotaciones agrícolas, de subsistencia pura,
en un momento dado, a partir del siglo XIX, pero sobre todo, del siglo XX, fue
disminuyendo paulatinamente de población, debido a la emigración de sus
habitantes, muchos de ellos a la colonia española de Guinea Ecuatorial,
aumentando la media de edad de la población, pero que, gracias a la instalación
de las pistas de esquí y del desarrollo turístico, muchos de ellos han vuelto
al valle, y la tendencia a ser un territorio deficitario y envejecido, se ha invertido
a partir de los años setenta y ochenta del siglo pasado, y el valle de Benasque
ha pasado a ser uno de los territorios de todo Aragón que ha dejado de ser
deficitario, ha recibido población nueva, aparte de muchos benasqueses (y
nuevos benasqueses) que han vuelto a la terreta a vivir y trabajar en el sector
turístico y hostelero, gracias a la apertura de las estaciones de esquí de
Cerler y al auge de los deportes de montaña, como el senderismo o la escalada,
y la media de edad es una de las más bajas de todo el territorio aragonés.
Pero me
sorprendió, sobre todo, el hecho de que hubiera habido un movimiento migratorio
del Valle a las posesiones españolas de Guinea Ecuatorial.
Coincidió
este interés suscitado por este artículo, con el hecho de que mi compañera y
amiga Conchi me recomendara la lectura de un interesante libro, de más de
setecientas páginas, Palmeras en la
nieve, escrita por Luz Gabás Ariño, escritora y, a la vez, alcaldesa de
la villa de Benasque, que versaba sobre este tema, la emigración de gente de
Pasolobino (alter ego del pueblo de Sarllé/Cerler, o de cualquier otro pueblo
del valle).
Empecé a
investigar, y también encontré referencias a un libro, Guinea en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla
de Fernando Poo. De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de
Fernando Poo, de los ribagorzanos José Manuel Brunet, José Luis
Cosculluela y José María Mur, escrito en patués y en castellano, con numerosas
fotografías y un video documental sobre la emigración de las gentes del Valle a
las posesiones africanas españolas de Fernando Poo, actualmente isla de Bioko,
en Guinea Ecuatorial.
Y es así
que surge este artículo sobre la emigración de los habitantes de esta tierra, y
que ahora voy a desarrollar.
Como en
tantos y tantos casos, sobre todo a mediados del siglo pasado, el valle de
Benasque (y, por extensión, toda la zona rural de la comunidad aragonesa) se
fue vaciando de los activos poblacionales más jóvenes, en busca de una vida
mejor que aquella vida dura del campo, y más, en el valle, tradicionalmente
autárquico y cerrado, debido al aislamiento sometido por los condicionantes
orográficos, que le conferían esta situación, y que marcó el carácter de la
población, del que subsiste un idioma, el patués o benasqués, al que ya dediqué
en su día una entrada en el blog, una interesante particularidad lingüística
que, gracias a la tenacidad de sus habitantes para que no desaparezca, subsiste
y se enseña en las escuelas, como ya he dicho antes, con su particular crisol
de préstamos del aragonés, del catalán, del occitano y del francés, que le dan
un toque original.
Muchos de
ellos, “huyeron” a las grandes capitales: Zaragoza, Lleida y, en gran medida,
Barcelona, donde, aprovechando la apertura de viales un poco más seguros de
transporte, que dejaban de lado las difíciles comunicaciones que hasta el
momento habían por puertos de montaña y desfiladeros interminables, fueron
emigrando, buscando en éstas trabajo, una vida más acomodada. En muchos casos,
emigraban las mujeres a las capitales, muchas de ellas para ser trabajadoras
del hogar, las mal llamadas chachas, quedando en los valles un alto índice de
masculinidad, o sea habiendo quedado más hombres que mujeres, habiendo la
figura del tión, o solterón que se quedaba para trabajar las tierras y el
ganado en la casa familiar. Esta figura fue tan tradicional que se conserva en
el imaginario popular, y que trataré en un siguiente post sobre la población
aragonesa sobre las tasas de masculinidad.
Pero, a
parte de esta emigración interior, también se produjo una emigración exterior.
Tradicionalmente ésta se produjo a Europa y América. Los aragoneses
tradicionalmente eran mayoritarios en la emigración interior, y en la exterior,
se producían casos de emigración temporal, según los trabajos para los que eran
contratados, como las tradicionales emigraciones para la vendimia o la cosecha
de la remolacha en Francia. La Guerra Civil, con sus estragos y con el exilio,
llevó a muchos aragoneses a Europa y América, siendo el principal destino
Francia, sobre todo. Pero se produjo, en el caso benasqués, un tipo de
emigración un tanto particular a las posesiones españolas de Rio Muni y
Fernando Poo, en la actual Guinea Ecuatorial. Pero, ¿cómo fue que se produjo
este particular caso de emigración del valle de Benasque a tierras tropicales?
De todo
ello, nos vamos a referir, buscando datos en el interesante estudio hecho por
los ribagorzanos José Manuel Brunet, José Luis Cosculluela y José María Mur, Guinea
en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla de Fernando Poo.
De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo,
donde se detalla el origen de esta curiosa emigración a tierras guineanas.
Estos
autores dan, sobre el origen de la emigración de benasqueses y, por extensión,
ribagorzanos, dos explicaciones: una, un poco más anecdótica, y otra, un poco
más histórica, basada en la tendencia de los efectivos poblacionales que
formaron parte del colectivo emigrante.
La
anecdótica dice que un día, labrando sus tierras, Mariano Mora, de Casa Castán,
de Chía, rompió un arado y enfadado por esa situación, la dureza y cruda vida
de montaña, hizo un hatillo con sus cosas, y emprendió camino a Barcelona y de
ahí, embarcó para Guinea Ecuatorial, aunque el relato oficial dice que Mariano
Mora estudió en los claretianos de Barbastro y, aunque volvió al pueblo y ante
la falta de perspectivas de la vida montañesa, emigró a Barcelona y allí,
animado por los claretianos, embarcó hacia las posesiones guineanas a probar
fortuna.
Una vez
allí, formó una sociedad para la explotación y el cultivo del cacao, y como el
negocio fue fructífero, actuó como reclamo para que tantos otros ribagorzanos
acudieran a la llamada de la fortuna.
La
histórica es un relato más de la emigración de tantos y tantos aragoneses y
españoles ante la situación económica especialmente adversa en nuestro país,
decidieron emprender un largo viaje para tantos y tantos destinos donde
encontrar la fortuna que no encontraban en sus pueblos.
La
situación del valle de Benasque no era mucho mejor, sin duda. Rodeado de unas
murallas naturales de 3000 metros, el Pirineo Axial en estado puro, donde los
pasos de montaña eran difíciles, sobre todo en épocas hibernales, y teniendo en
cuenta que la otra salida natural del valle eran los congostos del río Ésera,
de difícil travesía, aún hoy por carretera, a través del congosto del
Ventamillo, le confirieron un aislamiento, en el que subsistían actividades
agrícolas de subsistencia y, sobre todo, la actividad ganadera, de tipo
extensivo, llenando sus montes de prados y pastizales donde se nutren las
vacas, bueyes, cabras y ovejas de estos verdaderos resistentes. La vida era tan
dura que, en numerosas ocasiones era difícil mantener las casas tradicionales
pirenaicas, y muchos debían dedicarse a trabajar para otras casas o en otras
tierras.
La
existencia de unas nuevas perspectivas en la emigración, para mantenerse en sus
lugares de destino, pero también para mantener las casas que subsistieron a la
emigración y que enviaron a alguno de sus efectivos al colectivo emigrante,
creo este flujo que, principalmente, se dirigió, como tantos aragoneses, a
Zaragoza o a algunas ciudades intermedias de la comunidad, como Huesca,
Barbastro o Monzón, a Lérida, donde se abrieron perspectivas con los riegos de
los canales de Urgell y de Aragón y Cataluña y, sobre todo, a Barcelona, donde
se establecieron tantos. Pero, además de una importante emigración interior,
como antes he dicho, también se produjo una quizás menos importante, pero no
por ello menos interesante, emigración exterior, donde situamos esta emigración
a las posesiones africanas de Fernando Poo y Río Muni.
De lo
anecdótico a lo histórico, la verdad es que Mariano Mora, de casa Castán, fue
el pionero del valle en las posesiones de la actual Guinea Ecuatorial, y
también fue uno de los pioneros en la explotación del cacao, que fue una de las
principales actividades económicas de la isla, junto a la explotación del
aceite de palma. Se crearon grandes plantaciones de cacaotales en toda la isla,
y detrás del pionero, vinieron otros muchos habitantes de este aislado valle
pirenaico… Fueron de una isla entre montañas a una isla entre cacaotales…
Desde
finales del siglo XIX a mediados del siglo XX, partieron desde el valle de
Benasque unas ciento veinte personas (128, concretamente), según cuenta y se
pone nombre y apellidos en el libro Guinea en patués. La mayoría de
ellos, 52, salieron del pueblo de Mariano Mora, de Chía. Otros muchos salieron
de otros pueblos del valle: quince de Bisaurri , nueve de Benasque, seis de
Gabás, cinco de Barbaruéns, cinco de
Lirí, cinco de Campo, cuatro de Sahún, tres de Castejón de Sos, tres de Seira,
tres de Urmella, dos de Cerler, dos de Sesué, dos de Piedrafita, dos de Laspaules, dos de Eriste, dos de Suils, y uno
de Villanova, San Martín de Veri, Arasán, Ramastué, Eresué y Villarué.
Y es que
después de Mariano Mora, de casa Castán, que fue el pionero, fueron otros
parientes de Mora, del mismo pueblo, Chía, los que siguieron la estela del
pionero: sus sobrinos, Joaquín y Jesús Mallo, de casa Presín, así como José y
Joaquín Mora Güerri, de casa Cornel. Fueron los Mora, pero sobre todo, los
Mallo, los que dominaron el negocio del cacao en la isla. Las plantaciones de
los Mora y los Mallo eran unas de las propiedades principales de la isla. La
finca Sampaka, de la que posteriormente trataremos en la ficción (pero muy
real) del libro de Luz Gabás Palmeras en la nieve, propiedad de éstos,
tuvo más de mil hectáreas y más de quinientos trabajadores, principalmente
bubis (los habitantes de la isla) y nigerianos, que trabajaban como braceros en
las plantaciones. Los nigerianos, buenos trabajadores, llegaban en cayucos,
pero muchos de ellos venían con contratos de trabajo previos y se les pagaba a
todos un sueldo, con el que se mantenían ellos y sus familias, que muchas veces
venían con ellos, otras se quedaban en su zona de origen.
Los
europeos se encargaban, fundamentalmente, de las labores de supervisión, muchos
eran capataces y, evidentemente los ribagorzanos del valle de Benasque, estaban
entre ellos.
Mariano
Mora, el empresario pionero, falleció sin descendencia, con lo cual las
propiedades pasaron a la familia Mallo, que fue una de las familias más
pudientes de la isla. De hecho, una de las mansiones más importantes de la
capital de la isla, Santa Isabel (actual Malabo), fue la casa Mallo, siendo uno
de sus edificios principales.
Joaquín
Mallo fue alcalde de Santa Isabel, y diputado en Cortes durante la época
republicana. Por cierto, de esta etapa como político en España aún se recuerdan
actuaciones que promovió en favor del valle, como las carreteras a Chía y
Bisaurri, o el puente sobre el Ésera en Castejón de Sos, entre otras.
Con la
llegada de la independencia de Guinea Ecuatorial en 1968, las relaciones con la
metrópoli se volvieron muy tortuosas, y los antiguos colonizadores vivieron, en
algunos casos, un verdadero calvario. Muchas propiedades, como las fincas de
los Mallo, pasaron a manos gubernamentales, con los gobiernos corruptos y
antiespañoles de Macías y Obiang Nguema. Aunque los Mallo volvieron a comprar y
recuperar sus plantaciones, siendo de los pocos que mantienen la producción en
la actualidad, pues la producción ahora está orientada a otros sectores, como
el petrolífero, explotado por estadounidenses y, en la actualidad, también
China se está metiendo en ese mercado.
Esta
actitud antiespañola de los nuevos gobernantes, que desembocó en una verdadera
persecución hasta el hastío, hizo que la mayor parte de antiguos colonizadores
españoles volvieran a la Península. A los del valle de Benasque,
afortunadamente, se les abrió un nuevo sector de actividad económica en el
valle, que hizo que muchos volvieran, no sin un poco de melancolía y recuerdos
de su vida en la isla entre cacaotales, a su isla entre montañas con un poco de
esperanza: la apertura de las instalaciones de esquí en Cerler, y todo lo que
ha conllevado en el sector servicios, ha hecho que hoy el valle de Benasque sea
una de las zonas de todo Aragón donde no se ha producido un envejecimiento de
la población tan acusado (es una de las zonas donde la población joven aún
tiene una cierta preponderancia) y la emigración no ha tenido tantos estragos.
La apertura de viales más seguros ha roto el tradicional aislamiento del valle,
y hoy goza de una importante vitalidad en el Pirineo más abrupto.
Guinea
en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla de Fernando Poo.
De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo es, pues, una joya documental, tanto
el libro como el documental, donde, a parte de las circunstancias históricas y
personales de los habitantes del valle que emigraron a las posesiones africanas
españolas, también explica otros tantos aspectos de lo que fue la emigración y
estancia de los benasqueses en Guinea (y que luego también se verán reflejados
en el libro de Luz Gabás Palmeras en la nieve): la dura vida de montaña
y las dificultades que generaron la emigración; las condiciones del viaje hasta
Fernando Poo, primero el viaje por la Península hasta llegar al lugar de
embarque, la dura travesía en barco (casi cinco mil kilómetros), a la que luego
sustituyó el avión; la llegada a las plantaciones y la adaptación al clima (de
temperaturas bajo cero a temperaturas tropicales, con las consecuentes
enfermedades, por las que tenían que vacunarse, como la malaria, el dengue u
otras tantas); los horarios, las relaciones con los nativos, los bubis, pero
también con los fang (mayoritarios en la parte continental, Río Muni), o con
los emigrantes nigerianos, las comidas (como la carne de serpiente de boa), las
supersticiones de los nativos; la lengua que utilizaban: la propia, el patués,
entre ellos, el castellano, pero también el pichinglis, una mezcla con el
inglés, que utilizaban con los nativos; la sexualidad, el amor libre que podían
practicar con las nativas; pero también el recuerdo y la melancolía por su
valle, por su isla entre montañas, la obsesión por recoger dinero, volver,
casarse, continuar con la casa tradicional…, pero a la vez, tener una vida
social en la isla, que se sustanciaba en sociedades o locales de ocio en la
capital…
Y es en
todo ello que enlaza con el relato del libro de Luz Gabás, Palmeras en la
nieve, en la que introduce el relato de la emigración, que ella misma vivió
en carne propia, pues parte de su familia fue también emigrante en Guinea
Ecuatorial.
“Te lo dije, Kilian, si, al principio de
todo. Temiste que la nieve de las palmeras se fundiera, se evaporara y
desapareciera para siempre. Temiste que las palmeras no echaran raíces en la
nieve.
¡Sube ahora! ¡Aprovecha tus alas y
observa tu casa desde lo alto de la montaña! ¡Mira cómo se agarra la vida! El
río de la existencia que cruza por el jardín de Casa Rabaltué ahora sí que se
llena con pequeños arroyos de diferentes procedencias…
Te lo dije, Kilian, sí.
Supiste que nunca más volveríais a
veros, pero ahora…
¡Aprovecha el empuje del aire del
norte y vuela hacia el valle! ¡Cruza las llanuras y detente en los acantilados!
¡Sube a lomos del harmatán y planea hasta la isla!
Ya no estás perdido sin dirección.
Ya no eres un barco encallado. Ningún tañido de campana te puede desorientar.
¿Ves?
Bisila sonríe.
Pronto acudirá a tu lado. Volveréis
a estar juntos en un lugar sin tiempo, sin prisas, sin prohibiciones, lejos de
la furia y cerca de la paz, donde sólo beberéis agua de la lluvia.
Y ahora que ya has renacido en
brazos de los baribò, por fin podrás comprender lo que Bisila siempre quiso que
supieras:
Que las huellas de las personas que
caminaron juntas nunca nunca se borran.”
Las
historias que narran Guinea en patués. Dels bous de la Ball de Benás al
cacau de la isla de Fernando Poo. De los bueyes del Valle de Benasque al cacao
de la isla de Fernando Poo y el
libro de Luz Gabás, Palmeras en la nieve, se entrelazan y se cruzan en
muchos pasajes, incluso me atrevería a decir en lugares y personajes. Es evidente
que el libro de Gabás es una ficción, pero sí que hay que decir que es una
ficción muy real y ahora expondremos el porqué.
Palmeras
en la nieve es un
interesante relato de Luz Gabás, escritora, filóloga y, a la vez hasta 2015, alcaldesa de la villa
de Benasque. De orígenes familiares en el valle de Benasque, Luz Gabás nació en
Monzón en 1968, y desde 2007 vive en Anciles, junto a Benasque. Ha combinado
sus labores en la docencia con otras actividades como la traducción,
publicación de artículos, investigación literaria y lingüística y ha
participado en proyectos culturales. Publicó Palmeras en la nieve en
2012 y, recientemente en 2014, ha publicado su segunda novela, Regreso a tu
piel, siendo, ambos, verdaderos éxitos de ventas. Palmeras en la nieve
ha tenido versión cinematográfica, producida por Antena3 Films.
Pero vamos
al lío. ¿Por qué se entrecruzan las historias de Guinea en patués y Palmeras
en la nieve, y por qué podemos decir que ésta se trata de una “ficción muy
real”?
Primeramente,
como reconoce la autora, conoce el tema de modo personal, pues parte de su
familia más directa participó de esta emigración a África de los habitantes del
valle, por lo que conoce el tema muy de primera mano.
Vamos a
hacer una sucinta recensión del libro de Gabás para que veáis hasta qué punto
llegan a cruzarse ambas historias, la realidad y la ficción.
Clarence,
hija de Jacobo y sobrina de Kilian, de casa Rabaltué, decide explorar el pasado
de sus familiares que, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, emigraron
de la vida dura y adversa del valle a las posesiones africanas españolas en
Fernando Poo. Para ello, decide embarcarse en la aventura de viajar a la actual
Bioko (la denominación actual de Fernando Poo), para saber algo de ese secreto
que su padre y su tío le esconden, y que ha descubierto gracias a Julia, otra
habitante del valle que también emigró, junto a su familia, a Santa Isabel
(actual Malabo), capital de la isla.
Van
entrecruzándose pasado y presente: explica el viaje de Kilian desde Pasolobino (alter
ego de cualquiera de los pueblos del valle de Benasque, aunque por las
referencias que da, parece referirse con este nombre a Cerler) a Fernando Poo
(Jacobo ya había emigrado allí, junto con su padre Antón), llegando a la isla
para trabajar en los cacaotales, propiedad de Fernando Garuz, instalándose en
la finca Sampaka, donde empieza a trabajar como capataz de trabajadores nativos
y nigerianos. Ahí empieza la historia donde relata la vida en la finca: sus
relaciones con los nativos, con los boy, que son los asistentes, sus salidas de
ocio a los locales nocturnos y de relaciones sociales de Santa Isabel, y su
relación con los otros “blancos” de la isla, pero también con los nativos.
A la vez,
relata la llegada de Clarence a la actual Malabo, donde, por casualidad, conoce
a dos hermanos, Iniko y Laha, que le “ayudan” a, poco a poco, descubrir ese
secreto que guardaban celosamente su padre, su tío y Julia. Porque, eso sí, a
pesar de ser el hilo conductor de la historia, el verdadero relato de Gabás no
es la emigración en sí, sino una historia de amor celosamente guardada.
Después de
la muerte de Antón, abuelo de Clarence y padre de Kilian y Jacobo, Kilian se
hace cargo de las cargas que tiene la casa familiar en Pasolobino, además de
trabajar en la plantación de cacao. En un momento de tensión y estrés, Kilian
enferma, y allí surge la chispa del amor prohibido: conoce a Bisila, hija de
Öse, uno de los trabajadores nativos más veteranos de la plantación, que hace
de enfermera en la finca, y se enamoran perdidamente el uno del otro, y ahí
surge una historia de amor escondida entre ellos.
Tras un
viaje, que de forma deliberada trama Clarence, de Laha a Pasolobino, van
descubriéndose poco a poco los hechos que los dos hermanos mantenían en
secreto.
Pero es
evidente que os recomiendo su lectura, no os voy a explicar ni el final ni el
desarrollo total de la trama. Corresponde a vosotros descubrirla. No dejéis de
leer Palmeras en la nieve, ni os asustéis por sus más de setecientas
páginas. Son de tan fácil y absorbente lectura, que se leen casi sin quererlo.
Entonces,
¿en qué se entrecruzan los dos relatos? Es evidente que Guinea en patués
no es ficción y, por tanto, habla sobre datos, hechos y personajes reales, que
si participaron de esa emigración económica a Fernando Poo. Y también es
evidente que Palmeras en la nieve es una novela de ficción, una historia
de amor prohibido en la isla de Fernando Poo de los años cincuenta y sesenta
del pasado siglo XX, protagonizada, eso sí, por emigrantes del valle de Pasolobino
(alter ego del valle de Benasque) y ambientada en los lugares y en los momentos
históricos en los que transcurrió ese movimiento migratorio.
Y es ahí,
en el momento histórico, los lugares y los personajes de la historia de Gabás,
en la que se entrecruzan. En todo aquello que antes, precisamente, cuando
hablábamos de Guinea en patués, destacábamos y que le hacían una
verdadera joya documental: los datos, las circunstancias y los aspectos
histórico-sociales de esa emigración africana de aquellos habitantes del valle
pirenaico, que les condujeron de esa isla entre montañas, el valle de Benasque,
a la otra isla llena de cacaotales, la isla de Fernando Poo.
Así en
ambas se habla de la emigración de los habitantes del valle a Fernando Poo, la
dureza del viaje en barco; la finca Sampaka, nombre de la finca donde los
hermanos Kilian y Jacobo van a trabajar, que coincide con el nombre de la finca
que los Mora y los Mallo poseyeron y explotaron el cultivo del cacao, aunque en
el caso de ficción, no pertenecía a un hombre del valle, sino a Fernando Garuz,
que es de Zaragoza; explica la dura vida de trabajo, pero también los momentos
de ocio en los locales de Santa Isabel, así como el amor libre (o más bien
dicho, el sexo libre) con las nativas, pero también los anhelos de volver a su
tierra con dinero, para poderse casar y mantener la casa familiar del valle. En
Palmeras en la nieve se enamora de una nativa, pero también al final
desea volver para mantener la casa familiar, aunque con una cierta añoranza de
la isla, cuando después de la independencia de Guinea Ecuatorial, tienen que
marchar a España, inversamente proporcional a la añoranza del valle, cuando
llegan a la isla para trabajar; las relaciones, tal vez amistosas tal vez
tensas, con los nativos, los bubis y los fang, y con los trabajadores
nigerianos de la plantación, así como el uso del idioma para relacionarse con
ellos, el pichinglis… Y tantas otras cosas que ligan ambos libros, realidad y
ficción…
Es por ello
que os recomiendo la lectura de ambos libros, de realidad y ficción, y así de
esta manera podréis conocer la realidad de esta migración de tipo económico que
se produjo.
Ixopllidar
ye bella palabra per dí alló que no han de fé mai la chen de la ball de Benás.
Tanca el
portiello, que entrará el bidiello y se te minchará el gabiello.
…y cuento
contau, per la chominera ent’alto se’n ha anau.