lunes, 5 de octubre de 2015

Del valle de Benasque a Guinea: de la casa familiar tradicional a las fincas de los cacaotales



Comencé a interesarme en este tema cuando, estudiando la demografía de Aragón, leí un interesante artículo que hablaba del curioso fenómeno que se había producido en el valle de Benasque: este valle, uno de los que sufrió mayor aislamiento de todo el Pirineo, por la dificultad de las comunicaciones, sobre todo en época hibernal, ya que para llegar se deben superar, o bien congostos y desfiladeros de difícil pasaje, o bien puertos de montaña de cruda ascensión, que gracias a este aislamiento conserva uno de las hablas más particulares de todo el Pirineo, el patués o benasqués, una “semilengua”, dialecto del aragonés,  con préstamos de éste, del catalán, del occitano y del francés; un territorio dedicado, sobre todo a la tradicional actividad ganadera y de pequeñas explotaciones agrícolas, de subsistencia pura, en un momento dado, a partir del siglo XIX, pero sobre todo, del siglo XX, fue disminuyendo paulatinamente de población, debido a la emigración de sus habitantes, muchos de ellos a la colonia española de Guinea Ecuatorial, aumentando la media de edad de la población, pero que, gracias a la instalación de las pistas de esquí y del desarrollo turístico, muchos de ellos han vuelto al valle, y la tendencia a ser un territorio deficitario y envejecido, se ha invertido a partir de los años setenta y ochenta del siglo pasado, y el valle de Benasque ha pasado a ser uno de los territorios de todo Aragón que ha dejado de ser deficitario, ha recibido población nueva, aparte de muchos benasqueses (y nuevos benasqueses) que han vuelto a la terreta a vivir y trabajar en el sector turístico y hostelero, gracias a la apertura de las estaciones de esquí de Cerler y al auge de los deportes de montaña, como el senderismo o la escalada, y la media de edad es una de las más bajas de todo el territorio aragonés.

Pero me sorprendió, sobre todo, el hecho de que hubiera habido un movimiento migratorio del Valle a las posesiones españolas de Guinea Ecuatorial.

Coincidió este interés suscitado por este artículo, con el hecho de que mi compañera y amiga Conchi me recomendara la lectura de un interesante libro, de más de setecientas páginas, Palmeras en la nieve, escrita por Luz Gabás Ariño, escritora y, a la vez, alcaldesa de la villa de Benasque, que versaba sobre este tema, la emigración de gente de Pasolobino (alter ego del pueblo de Sarllé/Cerler, o de cualquier otro pueblo del valle).

Empecé a investigar, y también encontré referencias a un libro, Guinea en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla de Fernando Poo. De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo, de los ribagorzanos José Manuel Brunet, José Luis Cosculluela y José María Mur, escrito en patués y en castellano, con numerosas fotografías y un video documental sobre la emigración de las gentes del Valle a las posesiones africanas españolas de Fernando Poo, actualmente isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial.

Y es así que surge este artículo sobre la emigración de los habitantes de esta tierra, y que ahora voy a desarrollar.

Como en tantos y tantos casos, sobre todo a mediados del siglo pasado, el valle de Benasque (y, por extensión, toda la zona rural de la comunidad aragonesa) se fue vaciando de los activos poblacionales más jóvenes, en busca de una vida mejor que aquella vida dura del campo, y más, en el valle, tradicionalmente autárquico y cerrado, debido al aislamiento sometido por los condicionantes orográficos, que le conferían esta situación, y que marcó el carácter de la población, del que subsiste un idioma, el patués o benasqués, al que ya dediqué en su día una entrada en el blog, una interesante particularidad lingüística que, gracias a la tenacidad de sus habitantes para que no desaparezca, subsiste y se enseña en las escuelas, como ya he dicho antes, con su particular crisol de préstamos del aragonés, del catalán, del occitano y del francés, que le dan un toque original.

Muchos de ellos, “huyeron” a las grandes capitales: Zaragoza, Lleida y, en gran medida, Barcelona, donde, aprovechando la apertura de viales un poco más seguros de transporte, que dejaban de lado las difíciles comunicaciones que hasta el momento habían por puertos de montaña y desfiladeros interminables, fueron emigrando, buscando en éstas trabajo, una vida más acomodada. En muchos casos, emigraban las mujeres a las capitales, muchas de ellas para ser trabajadoras del hogar, las mal llamadas chachas, quedando en los valles un alto índice de masculinidad, o sea habiendo quedado más hombres que mujeres, habiendo la figura del tión, o solterón que se quedaba para trabajar las tierras y el ganado en la casa familiar. Esta figura fue tan tradicional que se conserva en el imaginario popular, y que trataré en un siguiente post sobre la población aragonesa sobre las tasas de masculinidad.

Pero, a parte de esta emigración interior, también se produjo una emigración exterior. Tradicionalmente ésta se produjo a Europa y América. Los aragoneses tradicionalmente eran mayoritarios en la emigración interior, y en la exterior, se producían casos de emigración temporal, según los trabajos para los que eran contratados, como las tradicionales emigraciones para la vendimia o la cosecha de la remolacha en Francia. La Guerra Civil, con sus estragos y con el exilio, llevó a muchos aragoneses a Europa y América, siendo el principal destino Francia, sobre todo. Pero se produjo, en el caso benasqués, un tipo de emigración un tanto particular a las posesiones españolas de Rio Muni y Fernando Poo, en la actual Guinea Ecuatorial. Pero, ¿cómo fue que se produjo este particular caso de emigración del valle de Benasque a tierras tropicales?

De todo ello, nos vamos a referir, buscando datos en el interesante estudio hecho por los ribagorzanos José Manuel Brunet, José Luis Cosculluela y José María Mur, Guinea en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla de Fernando Poo. De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo, donde se detalla el origen de esta curiosa emigración a tierras guineanas.

Estos autores dan, sobre el origen de la emigración de benasqueses y, por extensión, ribagorzanos, dos explicaciones: una, un poco más anecdótica, y otra, un poco más histórica, basada en la tendencia de los efectivos poblacionales que formaron parte del colectivo emigrante.

La anecdótica dice que un día, labrando sus tierras, Mariano Mora, de Casa Castán, de Chía, rompió un arado y enfadado por esa situación, la dureza y cruda vida de montaña, hizo un hatillo con sus cosas, y emprendió camino a Barcelona y de ahí, embarcó para Guinea Ecuatorial, aunque el relato oficial dice que Mariano Mora estudió en los claretianos de Barbastro y, aunque volvió al pueblo y ante la falta de perspectivas de la vida montañesa, emigró a Barcelona y allí, animado por los claretianos, embarcó hacia las posesiones guineanas a probar fortuna.
Una vez allí, formó una sociedad para la explotación y el cultivo del cacao, y como el negocio fue fructífero, actuó como reclamo para que tantos otros ribagorzanos acudieran a la llamada de la fortuna.

La histórica es un relato más de la emigración de tantos y tantos aragoneses y españoles ante la situación económica especialmente adversa en nuestro país, decidieron emprender un largo viaje para tantos y tantos destinos donde encontrar la fortuna que no encontraban en sus pueblos.
La situación del valle de Benasque no era mucho mejor, sin duda. Rodeado de unas murallas naturales de 3000 metros, el Pirineo Axial en estado puro, donde los pasos de montaña eran difíciles, sobre todo en épocas hibernales, y teniendo en cuenta que la otra salida natural del valle eran los congostos del río Ésera, de difícil travesía, aún hoy por carretera, a través del congosto del Ventamillo, le confirieron un aislamiento, en el que subsistían actividades agrícolas de subsistencia y, sobre todo, la actividad ganadera, de tipo extensivo, llenando sus montes de prados y pastizales donde se nutren las vacas, bueyes, cabras y ovejas de estos verdaderos resistentes. La vida era tan dura que, en numerosas ocasiones era difícil mantener las casas tradicionales pirenaicas, y muchos debían dedicarse a trabajar para otras casas o en otras tierras.
La existencia de unas nuevas perspectivas en la emigración, para mantenerse en sus lugares de destino, pero también para mantener las casas que subsistieron a la emigración y que enviaron a alguno de sus efectivos al colectivo emigrante, creo este flujo que, principalmente, se dirigió, como tantos aragoneses, a Zaragoza o a algunas ciudades intermedias de la comunidad, como Huesca, Barbastro o Monzón, a Lérida, donde se abrieron perspectivas con los riegos de los canales de Urgell y de Aragón y Cataluña y, sobre todo, a Barcelona, donde se establecieron tantos. Pero, además de una importante emigración interior, como antes he dicho, también se produjo una quizás menos importante, pero no por ello menos interesante, emigración exterior, donde situamos esta emigración a las posesiones africanas de Fernando Poo y Río Muni.

De lo anecdótico a lo histórico, la verdad es que Mariano Mora, de casa Castán, fue el pionero del valle en las posesiones de la actual Guinea Ecuatorial, y también fue uno de los pioneros en la explotación del cacao, que fue una de las principales actividades económicas de la isla, junto a la explotación del aceite de palma. Se crearon grandes plantaciones de cacaotales en toda la isla, y detrás del pionero, vinieron otros muchos habitantes de este aislado valle pirenaico… Fueron de una isla entre montañas a una isla entre cacaotales…
Desde finales del siglo XIX a mediados del siglo XX, partieron desde el valle de Benasque unas ciento veinte personas (128, concretamente), según cuenta y se pone nombre y apellidos en el libro Guinea en patués. La mayoría de ellos, 52, salieron del pueblo de Mariano Mora, de Chía. Otros muchos salieron de otros pueblos del valle: quince de Bisaurri , nueve de Benasque, seis de Gabás, cinco de  Barbaruéns, cinco de Lirí, cinco de Campo, cuatro de Sahún, tres de Castejón de Sos, tres de Seira, tres de Urmella, dos de Cerler, dos de Sesué, dos de Piedrafita, dos de  Laspaules, dos de Eriste, dos de Suils, y uno de Villanova, San Martín de Veri, Arasán, Ramastué, Eresué y Villarué.
Y es que después de Mariano Mora, de casa Castán, que fue el pionero, fueron otros parientes de Mora, del mismo pueblo, Chía, los que siguieron la estela del pionero: sus sobrinos, Joaquín y Jesús Mallo, de casa Presín, así como José y Joaquín Mora Güerri, de casa Cornel. Fueron los Mora, pero sobre todo, los Mallo, los que dominaron el negocio del cacao en la isla. Las plantaciones de los Mora y los Mallo eran unas de las propiedades principales de la isla. La finca Sampaka, de la que posteriormente trataremos en la ficción (pero muy real) del libro de Luz Gabás Palmeras en la nieve, propiedad de éstos, tuvo más de mil hectáreas y más de quinientos trabajadores, principalmente bubis (los habitantes de la isla) y nigerianos, que trabajaban como braceros en las plantaciones. Los nigerianos, buenos trabajadores, llegaban en cayucos, pero muchos de ellos venían con contratos de trabajo previos y se les pagaba a todos un sueldo, con el que se mantenían ellos y sus familias, que muchas veces venían con ellos, otras se quedaban en su zona de origen.
Los europeos se encargaban, fundamentalmente, de las labores de supervisión, muchos eran capataces y, evidentemente los ribagorzanos del valle de Benasque, estaban entre ellos.

Mariano Mora, el empresario pionero, falleció sin descendencia, con lo cual las propiedades pasaron a la familia Mallo, que fue una de las familias más pudientes de la isla. De hecho, una de las mansiones más importantes de la capital de la isla, Santa Isabel (actual Malabo), fue la casa Mallo, siendo uno de sus edificios principales.
Joaquín Mallo fue alcalde de Santa Isabel, y diputado en Cortes durante la época republicana. Por cierto, de esta etapa como político en España aún se recuerdan actuaciones que promovió en favor del valle, como las carreteras a Chía y Bisaurri, o el puente sobre el Ésera en Castejón de Sos, entre otras.

Con la llegada de la independencia de Guinea Ecuatorial en 1968, las relaciones con la metrópoli se volvieron muy tortuosas, y los antiguos colonizadores vivieron, en algunos casos, un verdadero calvario. Muchas propiedades, como las fincas de los Mallo, pasaron a manos gubernamentales, con los gobiernos corruptos y antiespañoles de Macías y Obiang Nguema. Aunque los Mallo volvieron a comprar y recuperar sus plantaciones, siendo de los pocos que mantienen la producción en la actualidad, pues la producción ahora está orientada a otros sectores, como el petrolífero, explotado por estadounidenses y, en la actualidad, también China se está metiendo en ese mercado.
Esta actitud antiespañola de los nuevos gobernantes, que desembocó en una verdadera persecución hasta el hastío, hizo que la mayor parte de antiguos colonizadores españoles volvieran a la Península. A los del valle de Benasque, afortunadamente, se les abrió un nuevo sector de actividad económica en el valle, que hizo que muchos volvieran, no sin un poco de melancolía y recuerdos de su vida en la isla entre cacaotales, a su isla entre montañas con un poco de esperanza: la apertura de las instalaciones de esquí en Cerler, y todo lo que ha conllevado en el sector servicios, ha hecho que hoy el valle de Benasque sea una de las zonas de todo Aragón donde no se ha producido un envejecimiento de la población tan acusado (es una de las zonas donde la población joven aún tiene una cierta preponderancia) y la emigración no ha tenido tantos estragos. La apertura de viales más seguros ha roto el tradicional aislamiento del valle, y hoy goza de una importante vitalidad en el Pirineo más abrupto.

Guinea en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla de Fernando Poo. De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo es, pues, una joya documental, tanto el libro como el documental, donde, a parte de las circunstancias históricas y personales de los habitantes del valle que emigraron a las posesiones africanas españolas, también explica otros tantos aspectos de lo que fue la emigración y estancia de los benasqueses en Guinea (y que luego también se verán reflejados en el libro de Luz Gabás Palmeras en la nieve): la dura vida de montaña y las dificultades que generaron la emigración; las condiciones del viaje hasta Fernando Poo, primero el viaje por la Península hasta llegar al lugar de embarque, la dura travesía en barco (casi cinco mil kilómetros), a la que luego sustituyó el avión; la llegada a las plantaciones y la adaptación al clima (de temperaturas bajo cero a temperaturas tropicales, con las consecuentes enfermedades, por las que tenían que vacunarse, como la malaria, el dengue u otras tantas); los horarios, las relaciones con los nativos, los bubis, pero también con los fang (mayoritarios en la parte continental, Río Muni), o con los emigrantes nigerianos, las comidas (como la carne de serpiente de boa), las supersticiones de los nativos; la lengua que utilizaban: la propia, el patués, entre ellos, el castellano, pero también el pichinglis, una mezcla con el inglés, que utilizaban con los nativos; la sexualidad, el amor libre que podían practicar con las nativas; pero también el recuerdo y la melancolía por su valle, por su isla entre montañas, la obsesión por recoger dinero, volver, casarse, continuar con la casa tradicional…, pero a la vez, tener una vida social en la isla, que se sustanciaba en sociedades o locales de ocio en la capital…

Y es en todo ello que enlaza con el relato del libro de Luz Gabás, Palmeras en la nieve, en la que introduce el relato de la emigración, que ella misma vivió en carne propia, pues parte de su familia fue también emigrante en Guinea Ecuatorial.

Te lo dije, Kilian, si, al principio de todo. Temiste que la nieve de las palmeras se fundiera, se evaporara y desapareciera para siempre. Temiste que las palmeras no echaran raíces en la nieve.
¡Sube ahora! ¡Aprovecha tus alas y observa tu casa desde lo alto de la montaña! ¡Mira cómo se agarra la vida! El río de la existencia que cruza por el jardín de Casa Rabaltué ahora sí que se llena con pequeños arroyos de diferentes procedencias…
Te lo dije, Kilian, sí.
Supiste que nunca más volveríais a veros, pero ahora…
¡Aprovecha el empuje del aire del norte y vuela hacia el valle! ¡Cruza las llanuras y detente en los acantilados! ¡Sube a lomos del harmatán y planea hasta la isla!
Ya no estás perdido sin dirección. Ya no eres un barco encallado. Ningún tañido de campana te puede desorientar.
¿Ves?
Bisila sonríe.
Pronto acudirá a tu lado. Volveréis a estar juntos en un lugar sin tiempo, sin prisas, sin prohibiciones, lejos de la furia y cerca de la paz, donde sólo beberéis agua de la lluvia.
Y ahora que ya has renacido en brazos de los baribò, por fin podrás comprender lo que Bisila siempre quiso que supieras:
Que las huellas de las personas que caminaron juntas nunca nunca se borran.”

Las historias que narran Guinea en patués. Dels bous de la Ball de Benás al cacau de la isla de Fernando Poo. De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo  y el libro de Luz Gabás, Palmeras en la nieve, se entrelazan y se cruzan en muchos pasajes, incluso me atrevería a decir en lugares y personajes. Es evidente que el libro de Gabás es una ficción, pero sí que hay que decir que es una ficción muy real y ahora expondremos el porqué.

Palmeras en la nieve es un interesante relato de Luz Gabás, escritora, filóloga  y, a la vez hasta 2015, alcaldesa de la villa de Benasque. De orígenes familiares en el valle de Benasque, Luz Gabás nació en Monzón en 1968, y desde 2007 vive en Anciles, junto a Benasque. Ha combinado sus labores en la docencia con otras actividades como la traducción, publicación de artículos, investigación literaria y lingüística y ha participado en proyectos culturales. Publicó Palmeras en la nieve en 2012 y, recientemente en 2014, ha publicado su segunda novela, Regreso a tu piel, siendo, ambos, verdaderos éxitos de ventas. Palmeras en la nieve ha tenido versión cinematográfica, producida por Antena3 Films.

Pero vamos al lío. ¿Por qué se entrecruzan las historias de Guinea en patués y Palmeras en la nieve, y por qué podemos decir que ésta se trata de una “ficción muy real”?
Primeramente, como reconoce la autora, conoce el tema de modo personal, pues parte de su familia más directa participó de esta emigración a África de los habitantes del valle, por lo que conoce el tema muy de primera mano.
Vamos a hacer una sucinta recensión del libro de Gabás para que veáis hasta qué punto llegan a cruzarse ambas historias, la realidad y la ficción.
Clarence, hija de Jacobo y sobrina de Kilian, de casa Rabaltué, decide explorar el pasado de sus familiares que, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, emigraron de la vida dura y adversa del valle a las posesiones africanas españolas en Fernando Poo. Para ello, decide embarcarse en la aventura de viajar a la actual Bioko (la denominación actual de Fernando Poo), para saber algo de ese secreto que su padre y su tío le esconden, y que ha descubierto gracias a Julia, otra habitante del valle que también emigró, junto a su familia, a Santa Isabel (actual Malabo), capital de la isla.
Van entrecruzándose pasado y presente: explica el viaje de Kilian desde Pasolobino (alter ego de cualquiera de los pueblos del valle de Benasque, aunque por las referencias que da, parece referirse con este nombre a Cerler) a Fernando Poo (Jacobo ya había emigrado allí, junto con su padre Antón), llegando a la isla para trabajar en los cacaotales, propiedad de Fernando Garuz, instalándose en la finca Sampaka, donde empieza a trabajar como capataz de trabajadores nativos y nigerianos. Ahí empieza la historia donde relata la vida en la finca: sus relaciones con los nativos, con los boy, que son los asistentes, sus salidas de ocio a los locales nocturnos y de relaciones sociales de Santa Isabel, y su relación con los otros “blancos” de la isla, pero también con los nativos.
A la vez, relata la llegada de Clarence a la actual Malabo, donde, por casualidad, conoce a dos hermanos, Iniko y Laha, que le “ayudan” a, poco a poco, descubrir ese secreto que guardaban celosamente su padre, su tío y Julia. Porque, eso sí, a pesar de ser el hilo conductor de la historia, el verdadero relato de Gabás no es la emigración en sí, sino una historia de amor celosamente guardada.
Después de la muerte de Antón, abuelo de Clarence y padre de Kilian y Jacobo, Kilian se hace cargo de las cargas que tiene la casa familiar en Pasolobino, además de trabajar en la plantación de cacao. En un momento de tensión y estrés, Kilian enferma, y allí surge la chispa del amor prohibido: conoce a Bisila, hija de Öse, uno de los trabajadores nativos más veteranos de la plantación, que hace de enfermera en la finca, y se enamoran perdidamente el uno del otro, y ahí surge una historia de amor escondida entre ellos.
Tras un viaje, que de forma deliberada trama Clarence, de Laha a Pasolobino, van descubriéndose poco a poco los hechos que los dos hermanos mantenían en secreto.
Pero es evidente que os recomiendo su lectura, no os voy a explicar ni el final ni el desarrollo total de la trama. Corresponde a vosotros descubrirla. No dejéis de leer Palmeras en la nieve, ni os asustéis por sus más de setecientas páginas. Son de tan fácil y absorbente lectura, que se leen casi sin quererlo.
Entonces, ¿en qué se entrecruzan los dos relatos? Es evidente que Guinea en patués no es ficción y, por tanto, habla sobre datos, hechos y personajes reales, que si participaron de esa emigración económica a Fernando Poo. Y también es evidente que Palmeras en la nieve es una novela de ficción, una historia de amor prohibido en la isla de Fernando Poo de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo XX, protagonizada, eso sí, por emigrantes del valle de Pasolobino (alter ego del valle de Benasque) y ambientada en los lugares y en los momentos históricos en los que transcurrió ese movimiento migratorio.
Y es ahí, en el momento histórico, los lugares y los personajes de la historia de Gabás, en la que se entrecruzan. En todo aquello que antes, precisamente, cuando hablábamos de Guinea en patués, destacábamos y que le hacían una verdadera joya documental: los datos, las circunstancias y los aspectos histórico-sociales de esa emigración africana de aquellos habitantes del valle pirenaico, que les condujeron de esa isla entre montañas, el valle de Benasque, a la otra isla llena de cacaotales, la isla de Fernando Poo.
Así en ambas se habla de la emigración de los habitantes del valle a Fernando Poo, la dureza del viaje en barco; la finca Sampaka, nombre de la finca donde los hermanos Kilian y Jacobo van a trabajar, que coincide con el nombre de la finca que los Mora y los Mallo poseyeron y explotaron el cultivo del cacao, aunque en el caso de ficción, no pertenecía a un hombre del valle, sino a Fernando Garuz, que es de Zaragoza; explica la dura vida de trabajo, pero también los momentos de ocio en los locales de Santa Isabel, así como el amor libre (o más bien dicho, el sexo libre) con las nativas, pero también los anhelos de volver a su tierra con dinero, para poderse casar y mantener la casa familiar del valle. En Palmeras en la nieve se enamora de una nativa, pero también al final desea volver para mantener la casa familiar, aunque con una cierta añoranza de la isla, cuando después de la independencia de Guinea Ecuatorial, tienen que marchar a España, inversamente proporcional a la añoranza del valle, cuando llegan a la isla para trabajar; las relaciones, tal vez amistosas tal vez tensas, con los nativos, los bubis y los fang, y con los trabajadores nigerianos de la plantación, así como el uso del idioma para relacionarse con ellos, el pichinglis… Y tantas otras cosas que ligan ambos libros, realidad y ficción…

Es por ello que os recomiendo la lectura de ambos libros, de realidad y ficción, y así de esta manera podréis conocer la realidad de esta migración de tipo económico que se produjo.

Ixopllidar ye bella palabra per dí alló que no han de fé mai la chen de la ball de Benás.
Tanca el portiello, que entrará el bidiello y se te minchará el gabiello.
…y cuento contau, per la chominera ent’alto se’n ha anau.