domingo, 14 de julio de 2013

Impunidad, de Andreu Martín Farrero y Verónica Vila-San-Juan


"Porque ya estaba harta; harta de asistir a abominaciones en su trabajo del juzgado, en la vida de barrio, en la tele y en la prensa escrita. Harta de que todos los días entraran en el juzgado maltratadores, asesinos o violadores, individuos aberrantes que veían a las mujeres como animales domésticos; peor, como objetos de usar y tirar; peor, como cacharros odiosos y desechables, y ponían cara de asombro cuando alguien sugería que tal vez sus compañeras fueran personas con los mismos derechos que ellos.
Y ya iban cuarenta y cuatro casos en lo que llevaban de año, y cuarenta y cinco, y cincuenta, y ya eran 11400 hombres registrados por la Protección de las Víctimas de la Violencia Doméstica, y ochenta sentencias habían sido tildadas de machistas, benevolentes con el maltratador. El titular de aquel juzgado penal de Barcelona que consideró que no debía condenar a un hombre porque el perfil de su compañera no se correspondía con el de la mujer maltratada, puesto que vestía a la moda y, además, llevaba anillos, curiosos pendientes y grandes gafas de sol. El 50 por ciento de los maltratadores condenados no pisan una cárcel.
El día en que Cándida se encontró ante el televisor con un boleto de la Primitiva entre los dedos, ese día en que todo cambió, en que se convirtió en otra persona, ese día, Cándida enmudeció. Fue consciente de que las protestas, los llantos, las reivindicaciones y los largos discursos no habían servido, ni servirían para nada."
Impunidad, sí. La impunidad con la que salen muchos maltratadores de los juzgados. Hace años, cuando empecé a tener uso de razón, recuerdo una conversación que mi madre tenía con una vecina de urbanización de fin de semana. Ésta le decía a mi madre que su marido algunas veces le pegaba, y seguidamente lo disculpaba diciendo que quizás se lo merecía, por no haber hecho esto o aquello. Recuerdo la cara de mi madre y su respuesta, diciéndole que cómo se lo permitía, que no le debía pegar por ningún motivo. Entonces, en aquellos años, el maltrato existía pero casi nadie lo denunciaba. La excusa: a los hombres nos han educado para estar por encima de la mujer y son objeto de nuestro dominio. Y así, basándose en ese razonamiento, este tema estuvo escondido, como si no existiera, como si formara parte de nuestro ADN. Incluso, en el franquismo, la Sección Femenina educaba a la mujer en ese papel pasivo y sometido, forjando una sociedad totalmente machista, en el que la mujer ocupaba un papel totalmente secundario y doméstico respecto del hombre. Posteriormente, se inició, sobre todo, con la llegada de la democracia, una paulatina reivindicación de la liberación de la mujer, y se promueve, sobre todo, en los años noventa y a principios del siglo XXI la ley de Igualdad de Género por el gobierno de Zapatero, que sitúa las cosas en su sitio, al menos, a nivel legal. A nivel social, las cosas han cambiado también. El tradicional papel sometido de la mujer se transforma con la llegada al mercado de trabajo, y la mujer alcanza cotas importantes pero aún, ni siquiera, en valores significativos, en cuota de poder y de igualdad. Pero aún existe demasiado poso machista en nuestra sociedad, que hace que exista aún esa sensación de que, en demasiadas ocasiones, parezca que nada haya cambiado. Una de esas cosas es el maltrato y la violencia de género, un fenómeno aún demasiado extendido y preocupante, que a partir de principios del siglo XXI, sigue siendo una lacra y sigue siendo un motivo de preocupación de las autoridades. Cada año se producen miles de denuncias y decenas de asesinatos por violencia doméstica, y a pesar de todo el esfuerzo que se vuelca en este sentido, no parece tener un final, ni siquiera a esbozarse. Y la solución parece también aún lejana. El machismo sigue siendo un problema y muchos hombres aún no tienen claro que la igualdad es un hecho, y creen que aún tienen derecho de dominio sobre la mujer.
Todo esto forma parte de la temática tratada en este libro que hoy os recomiendo, Impunidad, de los autores Andreu Martín Farrero, autor de numerosas novelas del género policíaco, y de Verónica Vila-San-Juan, editado por Planeta Fábula en el año 2005.
Hay una frase en el libro que dice "La gente que manda de verdad no necesita recurrir a la fuerza. El que usa la fuerza es que está asustado, se siente débil, sin razones que defender, o sea, sin razón". Y esto me recordó a aquel episodio de mi madre con mi vecina de urbanización. Pegar, usar la fuerza, es demostrar que no hay razón, que la única manera de defender una posición es levantar la mano o usar el puño, o sea, no tener motivos. Pegar por pegar, no razonar. Esto es terrible. Siempre es mejor el uso de la palabra, no de la fuerza. La fuerza bruta no sirve para nada. Sólo para crear miedo y sometimiento. Esto es aplicable al maltrato, como a muchas otras cosas.
La trama del relato se desarrolla como dividido en dos relatos, que en realidad confluyen en uno sólo. Por una parte, Paquita Esquerdo busca a un detective, Josemaría Feu, para que busque a su exmarido maltratador, Tomás Galiano, que ha desaparecido sin dejar rastro. Por otra parte, Cándida Benito, secretaria judicial del Juzgado de lo Penal número 27 de Barcelona, la juez del cual es demasiado benévola con los maltratadores a su juicio, la cual cambia su vida cuando le toca un premio en la Primitiva, y decide hacer la obra de su vida: vengar a todas a esas mujeres maltratadas que ven a sus maridos maltratadores como salen de rositas de los juzgados. Decide someter a vejaciones a los maltratadores, capturándolos y enjaulándolos como animales. Todo esto confluye en una sola historia, cuando se cruzan ambos relatos. El relato es ameno, a veces con un humor negro bastante bien llevado, y es una reivindicación contra el maltrato y la violencia de género. De hecho, la novela no resultaría tan interesante si no fuera porque es un alegato contra el maltrato y la violencia de género, como he comentado antes uno de los más importantes problemas de la sociedad española actual. Os lo recomiendo, es brutal el relato, y muestra el cómo, cuándo y dónde de este problema.
Por último, quiero dejar en el blog el número de teléfono que el Gobierno ha habilitado para la Lucha contra la Violencia de Género: 016.


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