jueves, 7 de enero de 2016

…invisibilidad



1 de Enero de 2016. Primer día del año. Día de hacer propósitos, buenos propósitos, para el año que empieza. Intentar enmendar todo lo hecho (o lo no hecho) en el año anterior (o en todos los anteriores). Siempre me digo que no me arrepiento de nada de lo hecho, pero si me arrepiento de lo no hecho, o de todo lo que queda por hacer.

El amor, un año más, no ha llegado en el 2015 (ni en el 14, ni en el 13, ni en el 12, ni, ni, ni…). Soy un nini del amor: ni hago ni dejo hacer, ni todo lo contrario.

Me he vuelto un solitario casi sin esperanza, con buen humor, porque solo faltaría no tenerlo, para afrontar esa solitud, ya no sé si buscada o encontrada, no lo sé ni soy consciente. Forma parte de mi personalidad nini…

Ayer (o hoy, según se vea), alguien me dijo algo que me hizo reaccionar en mi alma nini. 

Después de las tradicionales campanadas de Fin de Año y comienzo del nuevo año, en familia, y brindando por el año nuevo, con nuevas (viejas) esperanzas y buenos (pero viejos) propósitos para el año nuevo, para este 2016 que se inicia, y que yo siempre brindo con el añadido “y que el año que viene seamos uno más” (llevo repitiéndolo los últimos tropecientos años, con la consecuente risotada de los míos, que ya no me toman en serio para nada), salí con un amigo a tomar algo. 

Fuimos a un local totalmente repleto de gente. Veníamos completamente disfrazados de un cotillón de un local anterior, donde nos habían acompañado mi hermana y mi cuñado, con sombrero, gafas de broma, serpentinas y hasta las maracas de Machín.

Entramos en el local y, aunque prácticamente no cabía una aguja, logramos hacernos con una esquina de la barra, esperando a que las atolondradas camareras del local nos atendieran. Solo miraban pero no tomaban nota de lo que queríamos. 

De pronto, una cara bonita se giró hacia mí, que ya tenía una cierta cara de desesperación por tomar un gintónic, y me alargó su brazo con una cerveza en la mano… “Toma”, me dijo, con una bonita sonrisa en su cara, “parece que no te ven…, a nosotros nos han hecho lo mismo”. Yo sonreí y le dije que se lo agradecía, pero no, que esperaba a que me atendieran. Y con la mejor de las sonrisas, y con esa cara bonita que tenía me dijo: “Quítate la capa de la invisibilidad, y así todos te verán”.

La capa de la invisibilidad. Esa pequeña muestra de solidaridad etílica propia de una fiesta de Fin de Año, o de cualquier fiesta de este calibre, me dejó estas palabras que sonaron en mi cabeza como un bálsamo para mi autocomplacencia, pero que a la vez se ha convertido en mi primer buen propósito (o en mi primer intento de realizar un buen propósito) del ejercicio en curso. 

Iniciar el 2016 con el propósito de quitarme la capa de la invisibilidad para que así todos me vean como soy y me quieran como soy, y así intentar encontrar ese punto de inflexión que me permita encontrar a ese amor que tanto sueño y que tanto anhelo. Para que me vean e intenten acceder a ese corazón solitario que camina sin rumbo fijo por el mundo, y que piensa que es un raro o un extraño, cuando tantos hay (mal de muchos, consuelo de tontos…), y que se muestra autocomplaciente con determinadas cosas, debe empezar la aventura de quitarse el velo de la invisibilidad y empezar a reaccionar para dejar de ser autocomplaciente y dejar de subestimarse.

A ver si el año que viene, para Fin de Año, realmente seamos uno más a brindar en Nochevieja, que no sea un propósito, sino una realidad…

Feliz año 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario