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Viernes, 10 de julio. La Iglesia celebra hoy la festividad de Santa Amelia, a la que en vida se conoció también con el nombre de Amelberga.
El día ha amanecido caluroso y húmedo. A las diez de la mañana los barómetros más fiables señalan treinta y cinco grados a la sombra y ochenta y seis por ciento de humedad. Eso no es bueno para la salud y para el bienestar de los ciudadanos, pero todos sabemos que, por muy adversa que sea la climatología, la gente con espíritu consigue superar todos los obstáculos que les pongan por delante y avanzar con una sonrisa ilusionada en pos de su ideal.
Podemos ofrecer un ejemplo al respecto: esta misma mañana, a pesar del calor sofocante, ciertos políticos entusiastas –respaldado por un buen número de seguidores– han facilitado a los medios de comunicación una nota en la que manifiestan sin rodeos su intención de separarse del Estado común para constituirse en una república independiente con la que puedan sentirse plenamente identificados.
La noticia está corriendo vertiginosamente por la ciudad y, a través de la radio y de la televisión, llega muy pronto a todos los hogares. La familia de los Martínez fue una de las que pusieron en marcha el televisor justo en el instante en el que el presentador empezaba a leer el comunicado. No variaron por eso sus planes para el fin de semana. Acabaron de hacer las maletas, las cargaron en el coche y se fueron al apartamento que tienen alquilado en la montaña.
La gangosa voz del presentador, sin embargo, entró en la cocina, se coló incluso en la despensa de la casa y las hortalizas, más sensibles que los Martínez al quehacer político del país, se sienten ahora muy nerviosas. Podemos decir que en ese oscuro recinto la noticia cayó como una bomba.
- ¿Por qué no imitamos a esos admirables políticos y proclamamos también nuestra independencia? –propone el robusto Puerro a sus compañeros y compañeras– . ¿Por qué no nos constituimos en un Estado libre y, a falta de constitución, nos integramos todos en una receta gastronómica que nos represente a todos? ¿Quién nos impide constituirnos, por ejemplo, en una sopa minestrone?
- ¡Sí, sí! –exclaman las demás hortalizas, sin pensárselo dos veces– . ¡Constituyámonos también en un Estado! ¡Constituyámonos en una sopa minestrone!
En una oscura despensa estalla una explosión de entusiasmo. Las hortalizas no se reprimen. Saben que los Martínez no volverán hasta el domingo por la noche y saben también que el vecino del piso de arriba no puede oírles porque se quedó sordo en la guerra de Cuba, o en otra que hubo luego. Entonan cánticos triunfales y se abrazan calurosamente, convencidas de que acaban de dar el primer paso que habrá de conducirlas hasta la independencia. Las que no encuentran con quién abrazarse aplauden con entusiasmo.
- ¡Viva la minestrone! –exclaman, cada vez más alborozadas.
- ¡Un momento, un momento! –les pide el camarada Puerro, exigiendo a los demás un poco de silencio y dando muestras de una loable prudencia– . Antes de tomar una decisión tal vez convendría que ustedes supiesen lo que es una minestrone.
- Es una sopa de verduras extrafina –explica el Camarada Guisante, dándoselas de entendido.
La Camarada Cebolla, envuelta en sus rosadas binzas, sonríe levemente. No parece estar muy de acuerdo con el proyecto de elegir la sopa minestrone como plato nacional.
- Será todo lo extrafina que queráis –observa– , pero es evidente que no puede compararse con la espectacular paella o con el siniestro pero sabrosísimo arroz negro.
- Tampoco puede compararse con un simple plato de pollo asado –interviene la Camarada Patata.
- Ni con un magret de pato al vino con juliana de verduras –comenta el Ajo.
- Me han dicho que la sopa minestrone se recomienda a los que andan con el estómago pachucho –observa el Perejil.
- No nos conviene apresurarnos –aconseja el minúsculo y perverso Guisante– . Tenemos tiempo de elegir con calma. Que nos explique el Camarada Puerro cuáles son los ingredientes. Luego veremos si nos conviene integrarnos en esa sopa o si nos interesa constituirnos en otra receta de más enjundia.
- ¡Sí, sí! ¡Que nos lo explique! –exclaman al unísono el Camarada Apio y la Camarada Zanahoria.
(Javier Tomeo, La rebelión de los rábanos. Premio Sent Soví 1998. Ediciones Destino, Barcelona, 1999)
El escritor oscense Javier Tomeo no pudo hacer un relato más actual ni más acertado, en versión verduras. Maestro de las narraciones cortas y un poco inverosímiles, Tomeo escribió este relato, La rebelión de los rábanos, en la época del gobierno de Aznar y la "balcanización" de España. Un relato muy actual, ahora con el sentimiento independentista a flor de piel en Catalunya. No me puedo imaginar a Artur Mas gritando "constituyámonos en una sopa minestrone", pero desde luego el relato de Tomeo ilustra fielmente el proceso actual en Catalunya, en versión hortelana, pero ni más ni menos verosímil con el proceso que se está llevando, con el absurdo de algunos, la ambigüedad de otros y la intransigencia de los de más allá. La lectura del relato de Tomeo es recomendable, para encontrar las numerosas similitudes, incluso entre los personajes verdes y nuestros políticos actuales. Probar de encontrar las semejanzas. Leer el libro. Os lo recomiendo. Mientras tanto..., ¡Viva la minestrone!
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