“¿QUÉ ESPERAS DE TUS CANCIONES?
Bien, estoy aquí metido, en mi
cuarto, y las canciones van saliendo y yo sólo espero que no me dejen tirado,
espero de las canciones todo lo que no me han dado mis padres, ellos eran muy
buenos con los consejos y con las minas. Ponían millones de minas en el
pasillo, decían, chico estamos a tu lado, sólo queremos ayudarte, pero cuando
salía al pasillo sólo veía sus minas escondidas debajo de la moqueta. Espero
poder andar por encima de mis canciones más tranquilo de lo que andaba por
encima de los pasos de los demás.
¿VAS A ESTAR AQUÍ MUCHO TIEMPO?
Voy a estar aquí para siempre.”
Si buscáis en Héroes una novela al uso, una novela con un desarrollo más o
menos tradicional, no la vais a encontrar. Es una de las novelas de desarrollo
más anárquico y caótico que he leído hasta ahora, una sucesión totalmente
desordenada de sueños, experiencias, momentos vividos, pensamientos, chicas,
músicos, canciones, drogas y estupefacientes, sin ningún orden ni concierto.
Su protagonista, un chico joven, cansado de
la rutina, encerrado en sus canciones y sus recuerdos, encerrado en sí mismo,
en una habitación de la que jura que no saldrá, abandonando el mundo real y
metido en una vorágine de recuerdos, sueños y situaciones vividas (o no), que
se transforman en la novela en pequeños relatos, de lenguaje suelto y de fácil
lectura, lleno de frases y reflexiones cuasi lapidarias, sin enlazarse uno con
el otro, por lo que llega a parecer un monólogo de diván con un psicoanalista,
o las reflexiones inconexas de un loco (en varios de estos pequeños relatos,
habla del manicomio). Constantes son sus referencias oníricas a referentes de
la música, como Jagger, Bob Dylan, David Bowie o Ziggy.
Eso sí, un solitario encerrado en su mundo,
quiere ser un ángel, quiere ser un héroe, un héroe con miedo, pero con ganas de
resistir.
“Recuerdas lo que no tienes que
hacer de nuevo y estás preparado para afrontar algunos cambios y sabes que todo
lo mejor vendrá con los cambios pero tienes miedo al cerrar la puerta porque ya
habías aprendido a manejar las antiguas desgracias, suele pasar, no es nada
extraño, un héroe son miedo es un héroe muerto y morir ha dejado de tener
gracia porque ya no es la canción que tú cantas sino una canción que cantan
otros y que se lleva a los nuestros, Dios sabrá por qué.”
Afrontar la vida, ser un héroe, ser uno
mismo e intentar que no sean los otros que manden en tu vida.
Esto es Héroes,
de Ray Loriga (Madrid, 1964), publicado por Plaza & Janés, colección
Ave Fénix – Serie Mayor, primera edición del año 1993, Premio de Novela el
Sitio en el mismo año.
Y, seguidamente, os vuelco otro pedazo de
novela, que me resulta impactante, por lo actual que es, aun siendo escrito ya
hace veinte años.
“Sigue con tu historia.
Enfermedades, muertes, suerte, millones por casi nada en televisión, culos,
tetas, coños en la televisión, disparos en la cabeza en la televisión,
vendedores de alfombras y de remedios contra la impotencia y cirujanos, qué
gente tan extraña los cirujanos que se meten dentro de los demás y después
salen como si nada y bancos, dinero, comisiones, intereses que crecen alrededor
de una deuda como una ballena que crece alrededor de Jonás, sida, sobre todo
sida, sigue con lo que estabas haciendo sida, no te vayas a cortar ahora, si no
estoy en casa empieza con los curas y después regálate debajo de las tapas de
los yogures. Big Bang, nuevas teorías acerca de la creación de la vieja mierda
y Dios es parapléjico y bienaventurados los homosexuales y los yonquis porque
ellos nos precederán en el reino de los cielos, olimpiadas, y campeonatos del
mundo de fútbol y genocidios y epidemias, las siete plagas, los negros, habrá
que ver qué hacemos con los negros y las mujeres, también habrá que ver qué
hacemos con ellas y los enanos, no hay que olvidar a los enanos, y sobre todo
no juzgues desde lejos porque a lo mejor el que parece un enano está de
rodillas y a lo mejor está rezando, pero a lo mejor la está chupando, así que
no te descuides y piensa que un cuello de hombre blanco ya casi no vale nada y
joder, sé que no es culpa mía, pero tampoco era culpa suya antes, así que a
correr, y culos blancos corriendo y filipinos crucificados con clavos de
ferretería como un moisés separando las aguas de una piscina y el Papa a por
uvas, carreteras, puentes, ingenieros de caminos, satélites de
telecomunicaciones, todas las violaciones del planeta y algunas multinacionales
y quemaduras de primer grado en el salón de su casa en menos de diez segundos y
planes para algo definitivamente mejor que todavía no tiene nombre; seguir sin
mí”.
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