Querida Cristina:
Me gustaría tratarte con mucho más respeto
del que te voy a profesar. Pero la verdad es que las circunstancias en las que
estás envuelta me merecen menos respeto para tu persona de lo que quizás
debería.
Hace poco, alguien que conozco me dijo que
porque no opinaba sobre ti en el blog. Me pareció una buena idea y empecé a
pensar cómo hacer una entrada con el máximo respeto posible. Me ha sido
imposible. Por más que he pensado, no se me ha ocurrido otra cosa que titular
esta entrada con dos de los más freakies, pero, a la vez, más apropiados
títulos de las más que ingeniosas y delirantemente divertidas películas,
propias de nuestro más querido Cine de Barrio, de esa más que popular Lina
Morgan. Porque sí, porque es verdad, no sé si te queda mejor el traje de Tonta del Bote o, más bien, el traje de Le llamaban la madrina.
Pero es curioso, ambos te van que ni
calcados. Porque, a pesar de ser tu
pobre hermana Elena la que pasaba por ser en tu familia la “Tonta del Bote”, ha
resultado ser mucho más lista que tú, porque a pesar de haber elegido mal a su
marido, se ha sacado de encima al “Marichalao” en cuanto ha podido, y ha sabido
llevar sus asuntos con mucha más discreción que tú. Y, ¿por qué entonces,
preguntarás, Tonta del Bote tú?
No te equivoques, maja de España, no es que
te considere Tonta del Bote… Eres tú la que te quieres hacer pasar por ello. ¿O
me vas a decir en el juzgado que tú no sabías nada de los negocios del Duque
Em-Palmado? ¿O me vas a decir que firmabas papeles, facturas y contratos, con
cifras que a más de uno nos gustaría tener en nuestra cuenta, sin saber lo que
firmabas, que te tapabas los ojos o hacías caso a ciegas a tu querido marido?
¿O me vas a decir que gozabas de ingresos extras para viajes, gustos y
prebendas, o de ese guapísimo palacete de Pedralbes que es mil veces mayor y
también, por supuesto, que mi andrajoso y desastrado apartamento donde vivo?
No, maja, no… Tú eres La Madrina (de la
mafia cutre, por eso), la que, como Lina Morgan en ese “gran” film de los años sesenta,
nos has hecho el tocomocho a todos los españoles haciéndote la tonta: “Yo tengo
dinero, quiero más dinero,…” Y el listo, el exjugador de balonmano,
reconvertido a negocios de grandes fastos y muchos beneficios (a costa de todos nosotros, claro). No tenías
suficiente con tu asignación real, con el respeto hacia vuestras personas, por
la simpatía que os profesábamos, por tu sueldo (que no creo que sea poco) de la
omnipotente La Caixa (ahora reconvertida en Caixabank), ni con tener esa prole
(ahora entiendo lo del em-palmado) con la que casi podéis hacer un equipo de
balonmano…
Realmente, ¿aún no entendéis porque la
institución monárquica está tan devaluada? Con un padre como el tuyo, que con
la que está cayendo se va a la caza de elefantes, se lesiona, recae, y, a pesar
de hacer ya bastante el ridículo, y aun viendo a otras casas reales que ya han
pasado el testigo a sus herederos, prefiere ser el héroe de la canción
mexicana: “con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero, y mi palabra es
la ley. No tengo reino ni reina. Ni nadie que me comprenda. Pero sigo siendo el
Rey…” Pobre Felipe, nunca va a ser rey, ni su anoréxica mujer, pobre, que ansía
ser la reina del pueblo, ve como la Esteban (Belén) le ha arrebatado el puesto
de Princesa del pueblo. Qué triste.
Y ahora, la mayor discusión, después de las
tropelías que has cometido, junto con tu fornido y em-palmado maridito, es si
tienes que hacer el paseíllo o no, hasta la puerta del juzgado, si es que
llegas a ir a declarar, y no lo haces por escrito o por plasma, como los
también “honorables” diputados (imputados, que por el caso es lo mismo). Si
tuvieras vergüenza torera, ni te lo plantearías. Igual como te luciste en
Barcelona, cuando te casaste, ahora haz lo que debes, y baja hasta el juzgado
andando y asume tu responsabilidad.
Te lo pido como ciudadano.
Gracias, maja, por todo.
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