En estos últimos días, finales del mes de enero y primeros del mes de febrero, han sobresalido en nuestro país por los escándalos de corrupción prácticamente por tierra, mar y aire. Éstos han salpicado a prácticamente todos los grandes partidos y en todas las capas y esferas: el caso Bárcenas, el caso Gürtel, el caso Clotilde, el caso Nóos - Urdangarín, los ERE's de Andalucía, el caso Mercurio, el caso Pallerols… Son tantos, que uno ya duda si toda la clase política está salpicada, y hay claros síntomas de agotamiento y de necesidad de regeneración. Pero esto ya lo trataré en otra entrada de blog.
Pero ante casos como éste, en que, de una forma o de otra ha habido personas que se han lucrado irregularmente, consiguiendo grandes fortunas, ha surgido un caso que hace temblar las instituciones que velan por la justicia. Éste es el caso de Emilia Soria. El caso, o un caso más, de esos miles de personas desesperadas que sobreviven todos los días con pocos recursos, y que a causa de esta desesperación y desesperanza, realizan actos que, a pesar de no tener, en principio, justificación, los hacen para intentar sobrevivir a esa situación.
En 2007, paseando por la calle en Requena, su pueblo, en la provincia de Valencia, se encontró una cartera tirada en el suelo con una tarjeta de crédito. Estaba en el paro, no tenía dinero, ni ayuda, y su situación desesperada le hizo pensar en sus hijas. Fue a un supermercado y se gastó 193 euros en comida y pañales con esa tarjeta ajena. Cuando intentó volver a comprar con ella, fue descubierta y denunciada a la policía. Después de prácticamente seis años, de haber reconocido su falta, aunque reconociendo que lo hizo por necesidad, le imponen una multa, que paga, realiza trabajos en servicio a la comunidad, pasa por un juicio, en el cual no le reconocen todo este tiempo de trabajos para la comunidad, y le comunican que debe ingresar en prisión. A pesar de la petición de indulto no sólo por parte de ella, sino también de partidos y colectivos, como Change.org que han recogido firmas para conseguir su libertad, debía ingresar en prisión. Finalmente, se le ha concedido y no debe ir a prisión. Pero esto nos debe hacer reflexionar sobre el papel de la justicia.
¿Qué papel desempeña la justicia ante unos y otros casos? La justicia debe ser igual para todos. Para el que robe 100 o robe 100 millones. Pero también debe ser equitativa. No puede haber una justicia capaz de admitir grandes casos de corrupción con apropiación de millones de euros, donde las personas que cometen el delito salgan de rositas tras pagar fianzas que pueden costear, probablemente, con el dinero apropiado, y que terminan, generalmente, por no ir a prisión, y luego haber casos como el de Emilia Soria, en que se le condene a prisión, deba cumplir la pena, por haber reconocido su culpa y haber sustraído, vía tarjeta de crédito, un ínfima cantidad, comparado con los otros sujetos de comisión de delito, los corruptos. La equidad se le supone al que imparte las leyes, y a pesar de que el Código Penal es uno, al juez le corresponde su interpretación y su ejecución, por lo que es en éste en el que recae la decisión. Y debe ser, sobre todo, ecuánime e impartir la justicia, pensando en que no es lo mismo un corrupto, por muy confeso que sea, que una persona que delinque para sobrevivir. No digo que lo que Emilia hizo no sea punible. Ella lo admite, y se ha arrepentido. Hay que valorar el grado de comisión del delito. No es lo mismo una persona que comete un pequeño hurto, como es el caso de Emilia, por pura supervivencia, que robar dinero a espuertas, como ha sido la comisión del delito de muchos de estos delincuentes corruptos o condenados por delitos urbanísticos, por ejemplo, y, en cuyo caso, la mayor parte de ocasiones no muestran ni el más mínimo arrepentimiento. Y, en esta legislatura, ya van muchos casos de indultos a individuos de este tipo. No es lo mismo la soberbia que la supervivencia. No es lo mismo.
¿Esperamos de la justicia demasiado si pedimos ecuanimidad, si pedimos que haga proporción del grado de comisión de delito? ¿Esperamos demasiado si consideramos que es capaz de distinguir entre unos y otros? ¿Esperamos demasiado si a unos les hace cumplir la pena y a otros los condenan y no van a prisión? Si no es capaz de diferenciar entre un caso u otro, ¿será verdad que la justicia es ciega?
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