jueves, 12 de septiembre de 2013
La perfección del tiro, de Mathias Enard
"El tiro es, ante todo, una disciplina. Hay que contenerse, comprimirse, encerrarse, concentrarse en el blanco hasta desaparecer uno mismo en el visor para liberarse luego, abrirse y dejarse resbalar como una gota de agua. Hay que fabricar una relación entre uno mismo y las cosas, un vínculo directo que se denomina trayectoria; hay que imaginarla, seguirla como un camino. Hay que abstraerse del mundo, retirarse poco a poco al rincón irreal del visor hasta perderse en los reflejos infinitos de las lentes. Hay que olvidar la realidad del blanco, concebirla como el objetivo, la línea de llegada de una carrera que hay que ganar. Con la respiración bloqueada como se bloquea el arma contra el hombro, ni demasiado suelta, ni demasiado apretada, hay que replegar el dedo sobre el gatillo en un gesto que no lo es, muy suave, sin fuerza alguna, transmitir apenas la energía necesaria para que el percutor retroceda sin desplazar el arma, sin hacer que se derrumbe el frágil castillo que se acaba de construir. Hay que aguardar la explosión, acompañarla, no dejarse sorprender y esperar un segundo aún para comprobar, por la mirilla, el resultado del tiro. La mayor frustración del tirador es no poder estar allí para observar la llegada del proyectil, no aprovecharse realmente de la belleza del tiro y de la precisión del impacto. Siempre lamento no ver realmente, de cerca, el efecto de las balas. El tiro es como una dulce droga, siempre se quiere más, más hermosos, más difíciles."
Y eso es, sin duda, lo que el protagonista relata: el perfeccionamiento tan atroz como absurdo de esa disciplina: el tiro. El disparo, sin discriminar el blanco, matar por matar, por el placer de matar, en una guerra cualquiera, en ninguna parte de la narración dice de que guerra ni de qué país… Puede ser cualquier conflicto, cualquier fraticidio entre vecinos, entre hermanos, qué más da. La conclusión es la misma: la crueldad de las guerras y el absurdo de las muertes, sobre todo cuando se actúa sobre civiles.
El protagonista, un francotirador, se dedica a escrutar a través de la mirilla de su fusil, buscar a su víctima, da igual que sea soldado, civil, hombre, mujer, niño, anciano,… lo único importante para él es el tiro, y como se produce, un verdadero placer para él, ver en qué parte del cuerpo impacta y como caen sus víctimas, y el respeto (o el miedo) que produce sobre las personas que conocen su verdadera identidad. Tal como dice una crítica que he leído sobre este mismo relato, la historia se asemeja al rol de cualquier jugador de un videojuego de guerra. A mí también se me asemeja a esas imágenes que salen en televisión de cualquier guerra en Oriente Medio, donde se ve la mira, el disparo y el efecto de éste sobre el objetivo, sin distinguir víctima alguna.
Porque este francotirador también es persona, también tiene personas próximas. Su madre, la chica que cuida a su madre, Myrna, e incluso su "amigo" Zak, personas con las que mantiene una relación más íntima, que le hacen olvidar, momentáneamente, de su vida de tirador, pero su amor por el disparo y la muerte le supera. Parece tener un punto que le acerca a la humanidad, cuando en realidad vive totalmente aislado de ella. Sus mejores momentos los pasa en los tejados, o en los puestos desde donde se aposta para realizar su mejor disciplina, que no es la diplomacia, sino el tiro. Ahí se diluye la humanidad. El tirador la aniquila.
¿Por qué me interesé por este relato? Buscaba algo del autor del libro, Mathias Enard (Niort, Francia, 1972), recientemente famoso por su novela La calle de los Ladrones (en catalán, El carrer dels Robadors), ambientada en parte en la ciudad de Barcelona. Buscando entre las novelas de este autor, topé con este interesante libro, La perfección del tiro (título original: La perfection du tir, traducido al castellano por Manuel Serrat Crespo), publicado por Reverso Ediciones en 2004. Este relato atroz sobre la guerra, que hoy os recomiendo, obtuvo el Premio Edmée de La Rochefoucauld, en 2004, y es la primera novela escrita por Enard, que ha recibido, asimismo, otros premios importantes de la narrativa francesa.
Os lo recomiendo. Una verdadera visión de una guerra cualquiera, en un país cualquiera, entre personas cualesquiera… Algo muy presente estos días de tribulación en el mundo, con el conflicto sirio en el punto de mira.
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