Siempre son los
demás los que se mueren…
Es, este que voy
a empezar, el artículo más existencialista de los que he escrito.
En el mes de
junio va a hacer tres años que empecé a escribir en este blog. Le puse este
nombre, Camins a la sorra, aunque en realidad el primer proyecto de blog
que iba a poner en marcha se llamaba “El llapis digital” (el lápiz
digital), con, más o menos, el mismo formato del actual, pero un hecho hizo que
cambiara el nombre del blog: a finales del mes de junio, el compañero de
Universidad y gran persona (os lo aseguro) y meteorólogo de TV3 Toni Nadal
falleció. Este hecho, que tocó a un amigo y, sobre todo, de mi edad, me impactó
tanto que decidí cambiar el nombre del blog al actual “Camins a la sorra”
(caminos en la arena).
Tal como digo en
el perfil del blog, la vida es como hacer un camino en la arena. El viento, a
veces duro, puede borrar tu huella. Pero hacer algo contra este viento de la
vida, la rebelión contra el viento del olvido, ése que borra tu huella en la
arena, es nuestro cometido, y puede hacer que nuestra huella permanezca en el
tiempo.
La frase con la
que he empezado este post, “siempre son los demás los que se mueren…”, es una
frase que leí escrita en una pared.
Siempre son los
demás los que se mueren. Esta frase me hizo recordar una famosa intervención
del sabio más televisivo de nuestro país, Eduard Punset, en la que dijo que él
creía que no se iba a morir nunca, que había gente en su alrededor que se
moría, y él no podía asegurar que hay vida después de la muerte, porque nadie
había vuelto para explicárselo (el Convidat, TV3, 27.09.2010). Sus reflexiones
sobre la vida y la muerte son muy interesantes. He buscado un post que Punset
insertó en su blog, que voy a intentar resumir a continuación (Muerte, sexo y
bacterias. Eduard Punset. 02.08.2006).
Punset dice que
cuando se le pregunta si hay algo después de la muerte, cuando se le comenta
que no es posible que todo termine después de la muerte, el hecho de que la
vida no haya servido para nada, él se plantea la siguiente cuestión: ¿cuándo
uno se muere, qué es lo que se muere?
A lo que Punset
responde que “los átomos de los que estamos hechos son, prácticamente, eternos
y sólo las células somáticas realmente se mueren. Las germinales, responsables
de la perpetuación de la especie, son inmortales”. Pero él plantea que, a
veces, sus interlocutores no se acaban de confortar con su respuesta, porque
“superar el mundo de la clonación para acceder al de la individualidad supone
aceptar la finitud y la muerte. Una bacteria que se repite a sí misma no muere
nunca. En cambio, un individuo único e irrepetible, por propia definición, no
se da dos veces. Tal vez porque han sido protagonistas de los dos universos, sucesivamente,
los humanos siguen sin estar del todo reconciliados con la idea de que la
creatividad individual y el poder de cruzar fronteras desconocidas, tenga que
ir aparejado con la muerte”.
Antes de los
días de paréntesis navideño, falleció un niño conocido de una amiga, como
tantos muchos. Si bien siempre es dolorosa para el que queda la muerte, cuando
sucede la muerte de un niño es mucho más doliente. ¿Qué sentido, se piensa,
tiene la vida, si un niño, que aún no la ha vivido, no ha tenido tiempo ni de disfrutarla
ni de sufrirla?
El sentido de la
vida es una pregunta recurrente que nos hacemos. Alfa y Omega, principio y fin.
¿Principio de qué y fin de qué? Por si aún dudabais sobre que va este post,
pues sin duda es sobre el sentido de la vida y la muerte, el sentido de la
existencia.
Volviendo a
Punset, dice que no puede asegurar que después de la muerte haya vida, porque
nadie ha vuelto para explicárselo. Lo que sí parece claro que es que lo que si
muere es nuestro cuerpo físico, las células somáticas. Muere lo real, pero
¿permanece lo inmanente?
La existencia es
algo sobre lo que no tenemos respuesta. Os preguntaréis porque he mencionado el
origen del nombre del blog, porque he mencionado a Eduard Punset y porque este
post se llama Game over.
Pensaréis que
este post es una enorme paja mental del que lo está escribiendo. Uno muchas
veces se plantea el sentido de la existencia, el porqué de por qué estamos aquí.
Os parecerá eso,
una enorme paja mental, pero una vez tuve una pesadilla. Soñé que me estaba muriendo,
vi pasar toda mi vida por mi mente, y de pronto se apagaba la pantalla de mis
ojos, y aparecía un Game over, y se acabó el juego, y sin posibilidad de
reiniciar como en muchos de esos videojuegos o aquellas máquinas que en mis
tiempos jóvenes cuando se terminaba el juego, te advertía que si metías más
monedas, Insert coin, podías continuar jugando. En la vida no hay Credit, ni
Insert coin.
A veces veo a
los niños jugar a juegos en las Tablet o en las PlayStation o en el ordenador, que
son realmente como la vida misma. Muchas veces pienso que es eso, la vida es
como un videojuego, donde alguien con un mouse, o un joystick, o con unos
mandos, está jugando con nosotros, nos maneja, se plantean roles, ocurren
sucesos que son un “danger” para ti y que se tienen que ir sorteando, las
diferentes etapas de la vida son como superar las diversas pantallas del juego,
y si quieres seguir en el juego, se trata de ir superando pantallas, y cuando
ya no las puedes superar, te van quitando vidas hasta llegar al Game over. El
fin. ¿Quién es quién dirige nuestras vidas con el mouse, el joystick o los
mandos, que cuando le conviene nos hace vivir y cuando le conviene nos hace
morir? ¿Quién gestiona el alfa y el omega de nuestra vida? ¿Quién nos maneja a
su gusto y placer?
Es complicado
hablar sobre el sentido de la existencia, es complicado hablar de ese sujeto
inmanente que nos crea y nos elimina. No sé si existe Dios, pero lo que si es
cierto es que algo o alguien nos maneja a su antojo y nos gobierna desde allá
donde sea, no sé cómo llamarlo.
La religión nos
intenta dar respuestas, pero no deja de ser la que intenta imponer las reglas
de este juego, de este juego que es la vida…
La vida es un
juego, nosotros unas marionetas al antojo de alguien, y en el juego, en manos
de algunos, que van moviendo las teclas de la vida, de nuestras vidas, y cuando
quieren, mueven las teclas de nuestra existencia y nos llevan al fin, a nuestro
Game over particular.
Pero es aquello
que nos conforma como individuos, aquello que nos hace únicos e irrepetibles,
como dice Punset, aquello que nos hace creativos, lo que nos hace perdurar.
Como dice Punset, nos hace finitos y nos hace admitir la muerte, pero nuestra
huella, nuestra estela, aquello que nos hace únicos, es lo que permanece en el tiempo,
aquello por lo que podemos ser recordados. El juego puede que se termine para
ti, pero tu huella, tu estela, permanece, y sólo el viento del olvido puede
borrar tu huella. Game over es sólo un punto en el recorrido, pero aquello que
nos hace inmortales, aquello que permanece más allá del omega, de la muerte,
del Game over, es lo que hayamos podido hacer en esta vida, aquellos por lo que
podamos ser recordados, aunque en el fondo sea un producto más del juego…
Y es por eso que
tiene sentido la vida, sea más corta o más larga, sea más fecunda o menos
fecunda,…, pero todos creamos una huella, una estela, de la que debemos
rechazar el viento del olvido, que sea más que un mero juego, que no sea una
anécdota…, que permanezcamos en la mente de aquellos que permanezcan en el
juego de la vida, que no se nos olvide.
Es por eso, que
tiene sentido también el motivo de este blog, que tienen sentido las personas
como Eduard Punset, que nos ilumina con su ciencia y su saber, y que tiene
sentido la vida de todos nosotros, seamos como seamos, y tiene sentido el juego
de la vida, con su inicio y, aunque nos duela, nuestro Game over…
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