Lo temps és breu |
“Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves,
velut umbra”
El tiempo se escapa, como las nubes, como
las naves, como las sombras…
El tiempo huye, se escapa entre las manos
cuando intentas atraparlo. ¿El tiempo existe?
La vida es una constante lucha contra el
tiempo, pero no siempre somos conscientes de ello.
Cuando somos niños, no nos damos cuenta del
tiempo, porque como niños que somos, sólo pensamos en jugar y son los mayores
que tienen que dar cuenta del tiempo. Nos pasaríamos la vida jugando sin parar,
sin tener en cuenta los relojes. Sólo el cansancio marca, en esa edad, el
tiempo, y nunca tenemos suficiente, hasta caer rendidos.
En la adolescencia y en la juventud, el
tiempo se nos hace corto… Queremos experimentar la vida, conocer, saber, ser
como la gente adulta. La experimentación en el amor, en las sensaciones de la
vida, en conocer lo conocido, y lo desconocido, experimentar y ser rebeldes,
incluso en lo prohibido. Nos falta tiempo. Somos conscientes de que existe,
pero no queremos tener conciencia de ello… Las primeras borracheras, las
primeras parejas, experimentar en el sexo, experimentar en la vida…
En la edad adulta, empezamos a ser
conscientes del tiempo, del tiempo finito, del tiempo que se escapa entre los
dedos de las manos cuando intentas atraparlo, y se esfuma… De que hay que vivir
la vida, ya depende de cada uno: hay quien se acomoda a una vida de
cotidianeidad, de rutina, hay quien sigue disfrutando de la vida, como si el
mañana no existiera. Pero todos somos ya conscientes de que el tiempo está ahí,
esa convención que nos hemos marcado, el tiempo cronológico, ese tic tac del
reloj que va pasando, minuto a minuto, segundo a segundo.
Conforme nos acercamos a la vejez, es cuando
se toma más conciencia de que el reloj puede parar en cualquier momento, que ya
se va cuesta abajo, y solo pensamos en, o bien que nuestro reloj no pare, o
bien en que cuando pare fastidiemos lo menos posible a aquellos que nos rodean,
pensamos en tener miedo de la muerte, cuando ésta, en el fondo, es otra etapa
más en nuestra vida, en nuestra existencia.
Yo empecé a tener conciencia de la finitud
de la vida a los veinte años, cuando uno de mis mejores amigos se murió,
después de un mes de estar en coma. Cuando ves que tus coetáneos se van, que ya
se acabó su paso por el mundo, y tú te quedas aquí viendo como desaparece esa
persona con las que has disfrutado grandes momentos de amistad, compartiendo
momentos felices, también momentos tristes, borracheras, amores, drogas,…, que
ya no vas a volver a poder disfrutar, que ya no vas a volver a vivir, ese
momento es aquel en que debes aceptar la finitud de la vida. Tempus fugit, el
tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela, el tiempo trascurre
inexorablemente, sin que tú puedas hacer nada. No puedes parar el tiempo.
Carpe diem, quam mínimum credula postero
Aprovecha el
día, no confíes en el mañana…
Pero debemos intentar disfrutar del
presente. No sabemos lo que ocurrirá mañana. Hoy estamos aquí. Mañana, Dios (o
quién sea que gobierna nuestro destino) dirá. No podemos hacer planes de
futuro, porque nuestra vida es efímera. Por tanto, debemos disfrutar de ese día,
de ese momento que el tiempo, la vida nos ofrece.
El reconocimiento de la finitud de la vida
nos debe hacer pensar en la oportunidad del presente. ¿Qué es lo que debemos
valorar en nuestra vida para priorizarlo ante todo?
El tiempo es exiguo, se escapa, tempus
fugit, por tanto, debemos aprovechar el momento.
A pesar de todo lo que he odiado en mi vida
los libros de autoayuda, este post, que viene en la línea del anterior post,
Game over, viene a destacar lo positivo de la vida, que debemos hacer para
disfrutar y para que nuestra huella no se borre. No pretende ser este un
artículo de autoayuda, pero sí creo que hay que aprovechar el momento, tampoco
se trata de buscar grandes placeres ni grandes dispendios, sino que aprovechar
el día pueden ser multitud de pequeños placeres con los que completar nuestra
existencia y dotarla de un sentido: un amigo, una pareja, un paisaje, un paseo,
un viaje, un vaso de vino, una buena conversación con alguien querido, una
canción, un beso, una caricia, un libro, una película, respirar aire puro,
siendo un poco más animal, un buen polvo…, no hace falta pensar en grandes
cosas, que normalmente nos suele inspirar esta vorágine de sociedad en la que
nos encontramos inmersos, que sólo ve en el capital y en el consumo el éxito y
los placeres, que sólo ve en nosotros números y pasta, mucha pasta para
consumir y gastar, y llenar sus sacos sin fondo de dinero y dinero, pensando
solo en lo material, cuando para ser
feliz solo hacen falta pequeños placeres, y ganas de vivirlos.
La vida nos ha dado una oportunidad, la
oportunidad de vivirla. Muchas veces nos instalamos (yo me incluyo) en la
monotonía, la rutina, la cotidianeidad,…, vamos siguiendo el ritmo marcado y
pautado por otros, cuando en realidad somos nosotros mismos que debemos
rebelarnos contra esa pulsión de inmovilidad e inmovilismo, e intentar
disfrutar del momento, siempre en la medida que cada uno tenga. El disfrutar no
es una imposición sino algo que debe salir, que debe brotar de dentro de cada
uno. A veces nos creamos una coraza que nos impide salir, que nos impide
disfrutar, que nos impide ser nosotros mismos. Romper esa coraza, ese duro
caparazón, es nuestra meta, y pensar que el tiempo se escapa, que el tiempo
huye, y que el mañana es incierto, que el mañana puede no llegar…
(En recuerdo
de todos aquellos que, a lo largo de mi vida, han ido desapareciendo y que, por
razones obvias, no han podido disfrutar de la vida. En recuerdo de Jorge
Saavedra)
No hay comentarios:
Publicar un comentario