viernes, 13 de marzo de 2015

TEMPUS FUGIT

Lo temps és breu



“Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra”

   El tiempo se escapa, como las nubes, como las naves, como las sombras…

   El tiempo huye, se escapa entre las manos cuando intentas atraparlo. ¿El tiempo existe? 

   La vida es una constante lucha contra el tiempo, pero no siempre somos conscientes de ello. 

   Cuando somos niños, no nos damos cuenta del tiempo, porque como niños que somos, sólo pensamos en jugar y son los mayores que tienen que dar cuenta del tiempo. Nos pasaríamos la vida jugando sin parar, sin tener en cuenta los relojes. Sólo el cansancio marca, en esa edad, el tiempo, y nunca tenemos suficiente, hasta caer rendidos.

   En la adolescencia y en la juventud, el tiempo se nos hace corto… Queremos experimentar la vida, conocer, saber, ser como la gente adulta. La experimentación en el amor, en las sensaciones de la vida, en conocer lo conocido, y lo desconocido, experimentar y ser rebeldes, incluso en lo prohibido. Nos falta tiempo. Somos conscientes de que existe, pero no queremos tener conciencia de ello… Las primeras borracheras, las primeras parejas, experimentar en el sexo, experimentar en la vida… 

   En la edad adulta, empezamos a ser conscientes del tiempo, del tiempo finito, del tiempo que se escapa entre los dedos de las manos cuando intentas atraparlo, y se esfuma… De que hay que vivir la vida, ya depende de cada uno: hay quien se acomoda a una vida de cotidianeidad, de rutina, hay quien sigue disfrutando de la vida, como si el mañana no existiera. Pero todos somos ya conscientes de que el tiempo está ahí, esa convención que nos hemos marcado, el tiempo cronológico, ese tic tac del reloj que va pasando, minuto a minuto, segundo a segundo.

   Conforme nos acercamos a la vejez, es cuando se toma más conciencia de que el reloj puede parar en cualquier momento, que ya se va cuesta abajo, y solo pensamos en, o bien que nuestro reloj no pare, o bien en que cuando pare fastidiemos lo menos posible a aquellos que nos rodean, pensamos en tener miedo de la muerte, cuando ésta, en el fondo, es otra etapa más en nuestra vida, en nuestra existencia.

   Yo empecé a tener conciencia de la finitud de la vida a los veinte años, cuando uno de mis mejores amigos se murió, después de un mes de estar en coma. Cuando ves que tus coetáneos se van, que ya se acabó su paso por el mundo, y tú te quedas aquí viendo como desaparece esa persona con las que has disfrutado grandes momentos de amistad, compartiendo momentos felices, también momentos tristes, borracheras, amores, drogas,…, que ya no vas a volver a poder disfrutar, que ya no vas a volver a vivir, ese momento es aquel en que debes aceptar la finitud de la vida. Tempus fugit, el tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela, el tiempo trascurre inexorablemente, sin que tú puedas hacer nada. No puedes parar el tiempo.

   Carpe diem, quam mínimum credula postero

  Aprovecha el día, no confíes en el mañana…

   Pero debemos intentar disfrutar del presente. No sabemos lo que ocurrirá mañana. Hoy estamos aquí. Mañana, Dios (o quién sea que gobierna nuestro destino) dirá. No podemos hacer planes de futuro, porque nuestra vida es efímera. Por tanto, debemos disfrutar de ese día, de ese momento que el tiempo, la vida nos ofrece.

   El reconocimiento de la finitud de la vida nos debe hacer pensar en la oportunidad del presente. ¿Qué es lo que debemos valorar en nuestra vida para priorizarlo ante todo? 

   El tiempo es exiguo, se escapa, tempus fugit, por tanto, debemos aprovechar el momento. 

   A pesar de todo lo que he odiado en mi vida los libros de autoayuda, este post, que viene en la línea del anterior post, Game over, viene a destacar lo positivo de la vida, que debemos hacer para disfrutar y para que nuestra huella no se borre. No pretende ser este un artículo de autoayuda, pero sí creo que hay que aprovechar el momento, tampoco se trata de buscar grandes placeres ni grandes dispendios, sino que aprovechar el día pueden ser multitud de pequeños placeres con los que completar nuestra existencia y dotarla de un sentido: un amigo, una pareja, un paisaje, un paseo, un viaje, un vaso de vino, una buena conversación con alguien querido, una canción, un beso, una caricia, un libro, una película, respirar aire puro, siendo un poco más animal, un buen polvo…, no hace falta pensar en grandes cosas, que normalmente nos suele inspirar esta vorágine de sociedad en la que nos encontramos inmersos, que sólo ve en el capital y en el consumo el éxito y los placeres, que sólo ve en nosotros números y pasta, mucha pasta para consumir y gastar, y llenar sus sacos sin fondo de dinero y dinero, pensando solo en lo material,  cuando para ser feliz solo hacen falta pequeños placeres, y ganas de vivirlos.

   La vida nos ha dado una oportunidad, la oportunidad de vivirla. Muchas veces nos instalamos (yo me incluyo) en la monotonía, la rutina, la cotidianeidad,…, vamos siguiendo el ritmo marcado y pautado por otros, cuando en realidad somos nosotros mismos que debemos rebelarnos contra esa pulsión de inmovilidad e inmovilismo, e intentar disfrutar del momento, siempre en la medida que cada uno tenga. El disfrutar no es una imposición sino algo que debe salir, que debe brotar de dentro de cada uno. A veces nos creamos una coraza que nos impide salir, que nos impide disfrutar, que nos impide ser nosotros mismos. Romper esa coraza, ese duro caparazón, es nuestra meta, y pensar que el tiempo se escapa, que el tiempo huye, y que el mañana es incierto, que el mañana puede no llegar…


(En recuerdo de todos aquellos que, a lo largo de mi vida, han ido desapareciendo y que, por razones obvias, no han podido disfrutar de la vida. En recuerdo de Jorge Saavedra)



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