Con éste, empieza una serie de
entradas en el blog dedicadas al tema de moda en España en el último mes: la
independencia de Catalunya. Paso a paso, vamos a analizar causas, cuerpo y
consecuencias del proceso que se ha ido larvando durante años, y que ha acabado
desembocando en un proceso, del que no sabemos su desenlace, pero si atisbamos
el conflicto que se nos avecina.
En la entrada de hoy, vamos a
utilizar la metáfora usada por el escritor Lorenzo Silva, reciente Premio Planeta
2012, del que vamos a reproducir parte de la entrevista publicada en la
Vanguardia del 17 de octubre.
(…)
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Hablemos del meridiano de Greenwich…
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Pasa por la
provincia de Zaragoza, por Bujaraloz, creo.
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Es la metáfora de varias cosas…
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Yo la descubrí hace
cuatro años, cuando empecé a viajar regularmente de Barcelona a Madrid en
coche, y al revés. En mitad del desierto de los Monegros aparece un marco
luminoso espectacular que marca el meridiano de Greenwich. Es una metáfora que
se me quedó grabada. Sirve para la relación Catalunya-España, y para conectar
el pasado de Bevilacqua (personaje de sus
relatos, guardia civil) con su presente.
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¿Es una línea imaginaria?
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Cuando me vine a
vivir aquí, en el 2008, era una línea muy imaginaria. Viladecans o Getafe, mis
dos ciudades, comparten un 98% de los problemas. Un catalán que se vaya a
Madrid, como yo al venir a Catalunya, no va a tener ningún problema con el 99%
de los madrileños. Pero ahora se ha enconado el discurso y esa raya imaginaria
se está convirtiendo cada vez en algo más real. A mí me inquieta la exhibición
de banderas: me da igual que sea catalana, española, estelada o de Guinea
Ecuatorial, pero esto nos remite a la edad media, cuando las colgaban para que
los dioses supieran quiénes eran los suyos. Si aquí se hace un referéndum y el
70% se quiere ir, pues adelante, hay que hacerlo, no se puede tener a nadie a
disgusto. Pero aún hay una posibilidad real de que Catalunya se sienta a gusto
en España.
(entrevista de Xavi Ayén a Lorenzo Silva. La Vanguardia 17-10-2012)
Al igual que en La balsa de piedra, de José Saramago, da
la impresión de que cualquier día esa línea imaginaria que cruza los Monegros,
en Aragón, y que desciende por Castellón, se empiece a resquebrajar, y que la
separación sea tan y tan grande, que al final Catalunya vaya a la deriva,
separada de su inevitable compañera peninsular. Hasta ahora, cruzar el
meridiano era simplemente cruzar un límite imaginario. Sólo hacer esto,
imaginar, me causa un cierto respeto. Llegar a pensar que esa línea pueda
convertirse en frontera, para aquellos que pensamos que lo importante es
superar y suprimir fronteras, y que los ciudadanos seamos ciudadanos del mundo,
me da un cierto coraje. El proceso, no nos debe causar miedo. Tal como dice
Silva, no se puede obligar si uno no quiere. Pero el día después causa
inquietud, un riesgo, una incertitud… La esperanza es que, tanto en un
escenario como en otro, no se rompa la convivencia y que lleguemos a superar
cualquier tensión que se cause alrededor de este proceso.
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