jueves, 13 de diciembre de 2012

Tolaba o el político corrupto más tonto de la historia

Hace un tiempo, se acuñó un término, toligo, que es un apócope de la frase "tonto del higo", para denominar a las personas de inteligencia reducida o tontos de extensión indeterminada. También podríamos decir lo mismo de "tonto del haba", apocopándolo como tolaba. Sea como sea, serían formas de denominar al mismo tipo de sujetos de poca sustancia gris en la cabeza, porque hacer o decir determinadas cosas es de verdaderos majaderos o tontorrones desustanciados. Éste es el caso de Santiago Cervera, ya exdiputado del Partido Popular en el Congreso de los Diputados, elegido por la circunscripción de la Comunidad Foral de Navarra. Pues como se puede denominar a tal tremendo pardillo, que haciendo las cosas a sabiendas o no, se deja pillar tan fácilmente en la trampa. No vamos a abundar ahora, ya que lo haré en otra entrada de blog, porque la corrupción política es para escribir tomos coleccionables, y tampoco vamos a cargar tintas contra este colectivo, porque es evidente que también los hay honrados, probablemente la mayoría, pero están agazapados detrás de los constantes casos de choriceo que corren por las tierras de nuestro querido país. Pero aunque los pillos acaben siendo pillados, otros menos lúcidos se dejan pillar por tontos, o por tolabas de tamaña magnitud.

Voy a volcaros el artículo que Juan Carlos Escudier publicó en el blog del diario Público, titulado Cervera quiere demostrar que sólo es tonto del haba, en el cual ilustra el caso del pedazo de político que es.

Cervera quiere demostrar que sólo es tonto del haba


 

Como se sabe, en España tenemos dos clases de políticos: los honrados, capaces y entregados al bien general, que unen a todos estos atributos una férrea discreción, de ahí que pasen prácticamente desapercibidos al gran público; y los desahogados, frescos como algún pan de molde y herederos de esa gran tradición picaresca que se perpetúa con los siglos. A estos últimos se les suponía como poco ingenieros, ya fueran de caminos o fiscales. La realidad, no obstante, nos ha descubierto a un extraño biotipo de servidor público que, pudiendo encajar en los dos grupos antes citados, se caracteriza por ser tonto del higo, del bote y de baba, más tonto que Abundio o que Pichote, tonto de remate en definitiva.

En este último club ha pedido el ingreso el ya exdiputado del PP Santiago Cervera, y son tales sus merecimientos y aptitudes que va a haber que darle la presidencia o la tesorería de esa peña, dependiendo si lo suyo es de ser tonto hasta decir basta o si, siendo rematadamente tonto, su necedad era la de aquel capaz de llevarla a gala si le daba pan o un fajo de billetes dentro de un sobre oculto en la grieta de una muralla.

Ante Cervera se abre un dilema del género tonto, ya que su misión histórica consiste en demostrar que no es un golfo que va extorsionando al presidente de una Caja de Ahorros – una tarea que de momento es innoble – sino simplemente un idiota que de haber nacido en Coria lo tendría todo para ser el tonto más famoso del pueblo. En el PP se lo han quitado de en medio, temerosos de que el navarro les diera, como habrán adivinado, más guerra que un hijo tonto.

La estrafalaria historia del exdiputado merece un par de capítulos en una historia universal de la estulticia. Asegura haber recibido un anónimo – quien sabe si veneciano – con instrucciones precisas para recoger unos documentos que demostrarían que el banquero José Antonio Asiaín al que detesta es un corrupto. Simultáneamente, Asiaín denunció haber sido objeto de un intento de chantaje en el que se le pedían 25.000 euros de vellón para mantener en secreto que, a lo tonto, se lo llevaba crudo de la Caja Navarra facturando desde su bufete. Cual Perico de los Palotes disfrazado de Indiana Jones, Cervera siguió las indicaciones, llegó hasta la grieta convenida en la muralla – en contra, supuestamente de su idea inicial – y allí le pillaron con el carrito del helado un puñado de guardias civiles.

En resumen, el exdiputado puede ser simplemente tonto del culo o un corrupto imbécil, ya que a nadie con un par de luces se le ocurriría recoger el fruto de una extorsión a pecho descubierto. Todo su afán se centrará ahora en demostrar que exclusivamente es un tonto del haba y, si lo logra, quizás exija al PP que le presente a las próximas elecciones para que no perdamos a un idiota en el Congreso. ¿Para cuándo un monumento al asa del cubo?

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