Existe una calle en Manresa, que no figura en los planos callejeros, una calle escondida a la vista de la gente. Existe una Manresa "subterránea", una Manresa que pasa prácticamente desapercibida, casi desconocida. Éste es el carrer del Balç, donde hay arcos y elementos de los siglos X al XIV. Ésta es una calle paralela a las calles de Sobrerroca y de Santa Llúcia, una calle abierta desde 1983, pero cerrada a la circulación, con la instalación de una reja de acero en las dos entradas, la que da a la Baixada del Pòpul y la que da a la Travessera dels Drets.
Se conoce como "carrer del Balç", que significa un desnivel o escalonamiento. Justamente la calle pasa bajo este escalón o desnivel, el que recorre por la parte superior la Plaça Major y el Carrer de Sobrerroca, y es en el carrer del Balç donde se abren los bajos y las bodegas de las casas que se sobreponen de ese nivel superior. Según parece, estas bodegas y bajos eran las antiguas entradas de las casas nobles de los siglos XII al XIV, que probablemente también tenían acceso desde el carrer de Sobrerroca. Arquitectónicamente, es muy rica, con muy diversas formas constructivas y de materiales. Podemos encontrar, asimismo, naves y vueltas aguantadas por contrafuertes y arcos de diversos tipos, de medio punto, rebajados y de punto circular.
Es un corredor continuo que penetra hacia dentro del conglomerado rocoso que forma los cimientos del casco histórico de Manresa. Las bodegas y bajos que conforman este corredor son del periodo bajomedieval (siglo XIV), y reformados en los siglos XVII y XVIII. Eran utilizados como zona de trabajo, mientras que su parte superior era la zona habitada. En sus usos más comunes, se utilizaban como almacenes y bodegas. Algunos también eran utilizados como habitáculos y también como caballerizas.
Probablemente, pudo estar, al menos en parte, al descubierto, a pesar de que actualmente está prácticamente cubierto por los edificios de la parte superior, de las casas que bordean la Plaça Major y el carrer de Sobrerroca. Cumple con los cánones de una calle típicamente medieval: es un callejón pequeño, estrecho, mal iluminado, poco ventilado e insalubre, una calle propensa a epidemias y enfermedades de transmisión como la Peste Negra del siglo XIV. La ocupación de esta calle puede ser muy antigua, tal como atestiguan los diversos materiales y estilos de construcción.
Actualmente, es visitable, sobre todo, en festivos y fines de semana. Alberga una interesante exposición sobre el origen de la calle, y en general, sobre la Manresa medieval. Para consultar sobre horarios y reserva de visitas, consultar en la siguiente web de l'Ajuntament de Manresa:
http://www.manresaturisme.cat/spa/activitats-culturals/centre-dinterpretacio-del-carrer-del-balc
Ahora os invito a una visita por Manresa.
Itinerario
monumental por manresa
El
inventario de monumentos artísticos de la ciudad de Manresa debe iniciarse, sin
duda, por la basílica de la Seu, pues es el elemento más importante y
representativo del repertorio de obras de arte y de historia que enriquecen y
dan una forma propia a la ciudad. La Seu es el monumento más importante, el más
vistoso, el más valioso e interesante, con autentica categoría de símbolo.
Ningún otro monumento arquitectónico puede disputarle el honor de encabezar y
presidir el catálogo.
La
Colegiata-Basílica de Santa Maria de la Seu, erigida en la cima del
Puigcardener, núcleo de la ciudad primitiva, es un ejemplar magnífico de la
arquitectura gótica catalana. Iniciada su construcción en 1328, su altar fue
consagrado en 1371. En 1486 se finalizó sustancialmente la construcción con el
muro de poniente y el gran rosetón de la que tenía que ser su fachada
principal, aunque se hicieron obras posteriores que obligaron a hacer
reconstrucciones que modificaron su estructura arquitectónica.
Las
dimensiones principales del templo son: 68 metros de largo, 33 metros de ancho
y unos 30 metros de altura. La anchura de la nave central, 18,5 metros, es de
las más grandes en construcciones góticas del mundo. El campanario, prismático,
es de sección cuadrada. La Seu manresana es un ensayo genial de síntesis de
estructuras y características propias de las iglesias de una o tres naves en la
misma construcción.
La
basílica es de estilo gótico catalán, de platea abierta, sin crucero y con
girola dentro del ámbito poligonal del ábside, dividida internamente por
dieciocho pilastras de sección ochavada. Una treintena de ventanales ojivales y
dos rosetones circulares dan luz al interior y dieciocho esbeltos contrafuertes
dobles circundan todo el exterior basilical.
El
interior del templo está presidido, por encima del altar mayor que centra el
presbiterio, por una talla dorada de la Mare de Déu de l’Alba, titular de la
basílica. A resaltar el valioso conjunto de retablos que embellecen el interior
de la basílica, importante muestra de la pintura gótica catalana: el retablo de
Sant Marc i Sant Anià, de mediados del siglo XIV, el monumental políptico de
l’Esperit Sant, el retablo gótico de mayores dimensiones de Catalunya, el
retablo de Sant Miquel i Sant Nicolau, el retablo de la Santíssima Trinitat y
parte del de Sant Antoni Abat. Subsisten, asimismo, algunas piezas notables de
escultura gótica en piedra: imágenes de la virgen y de dos santos obispos, un
bello conjunto de sarcófagos o urnas funerarias, entre otras.
También
es remarcable la suntuosa Cripta, lugar de veneración de las reliquias de los
santos patrones de la ciudad. Imágenes y relieves de alabastro, el altar
tabernáculo y la rica decoración marmórea forman uno de los mejores conjuntos
del barroco académico catalán (siglos XVII-XVIII).
También
hay restos notables de construcciones anteriores, ejemplares interesantes de
arquitectura y escultura románica y prerrománica. Son vestigios de la antigua
canónica que cuidó del culto del templo de Santa Maria, a partir del siglo IX
hasta 1592. Es monumento histórico-artístico nacional desde 1931. A su lado, el
Museu Històric de la Seu, alberga, entre otras valiosas piezas, un magnífico
bordado del siglo XIV, el Frontal florentino.
Pasando
al grupo de monumentos de carácter civil, son destacables la Casa de la Ciutat,
que preside la Plaça Major, centro oficial de la población y núcleo principal
del barrio antiguo. Es obra de la primera mitad del siglo XVIII. Cien años más
antiguo es otro palacete, a la Baixada de la Seu, que tenía que ser lugar de
reunión del Consell de la Ciutat, fue destinado a residencia episcopal y que
hasta hace poco era el Palau de Justícia. Lo más notable de ambos son sus
respectivas fachadas: la del ayuntamiento, con un pórtico de cinco imponentes
arcos en la planta baja, con escudos monumentales con las armas de la ciudad.
El
Pont Vell y el Pont Nou son elementos también sobresalientes. El primero,
declarado monumento nacional, es la reconstrucción de la obra del siglo XII,
erigido sobre los cimientos de un primitivo puente romano.
Destruido
desgraciadamente, como consecuencia del descontrol durante la Guerra Civil, el
espléndido conjunto de iglesias góticas: el Carme (de la que quedan restos de
la iglesia primitiva y su claustro), Sant Pere Màrtir, Sant Miquel y Santa
Llúcia, algunas de las cuales tenía dimensiones catedralicias, quedan, aparte
del conjunto ignaciano, otros monumentos como el Portal de Sobrerroca, del
siglo XIII, las masías de la Culla y de Can Font de la Serra, el claustro de
las Caputxines, el Convent de Santa Clara, la iglesia de Sant Pau, el pequeño
santuario de la Mare de Déu de la Salut, en Viladordis,…
Capítulo
aparte merecen los monumentos ignacianos. El paso de San Ignacio de Loyola por
Manresa, dejó una impronta importante en la ciudad.
El
principal monumento ignaciano por excelencia es la Santa Cova. Situada en una
balma del flanco meridional del Puig de Sant Bartomeu, abierta sobre el
Cardener y mirando hacia Montserrat, se dice que San Ignacio se recogía para
rezar y hacer penitencia: aquí debió practicar los “ejercicios espirituales”.
Está, actualmente, cubierta por una fastuosa decoración barroca, de los siglos
XVII-XVIII. La iglesia construida a su lado es de planta barroca, destacando su
fachada.
Otros
monumentos ignacianos son el Rapte, reconstrucción del antiguo hospital y
iglesia de Santa Llúcia, la capilla de Sant Ignasi Malalt, en la casa de los
Amigant, al pie de la escalinata del Carme, cerca de la Plaça Major, el Pou de
la Gallina, en el Carrer de Sobrerroca, el patio de entrada del número 32 de la
misma calle, la ermita de la Guia, la Salut en Viladordis, y las Creus de Terme
del Tort, de la Culla y del Pla de Cal Gravat.
De
la ciudad moderna, Fora Muralles (del Carme, Sant Domènec i Sant Francesc,…),
destacan el Passeig de Pere III, del estilo de las típicas Ramblas de muchas
ciudades catalanas, de más de un kilómetro de largada, donde encontramos el
Casino (actual biblioteca y centro cultural) y el Teatro Kursaal de tipo
modernista. También en la Plaça Fius i Palà, encontramos otras casas
modernistas, como Cal Jorba y la Casa Lluvià.
Destacar
también dos museos importantes: el Museu Comarcal, que contiene once salas con
materiales sobre la historia y el arte de la comarca del Bages. El Museu de la
Tècnica muestra las técnicas artesanales y la evolución de las industrias
textiles.
El
Parc de l’Agulla es una importante zona de ocio, que se inserta en la zona
senderista de la Séquia de Manresa.
Las “Festes de la Llum”
En
Manresa se celebran dos fiestas mayores. La fiesta mayor de verano tiene lugar
el último domingo del mes de agosto, en honor a los santos mártires patrones de
la ciudad, Maurici, Fruitós i Agnès.
Pero
es la fiesta mayor de invierno la que, por su origen, tiene mayor originalidad.
Son las “festes de la Llum”, el 21 de febrero. Se honra la memoria del milagro
de una luz misteriosa, aparecida en la iglesia del Carme, en un 21 de febrero
de 1345. Hablar de la Llum, del misterioso prodigio y su celebración secular,
es inevitable la relación con la historia de Manresa. La historia de la Llum es
la historia del agua, la historia de la Séquia. La historia nos situa en los
años 1333 hasta la llegada de la peste negra, en 1348. La escasez de lluvias
fue la causa de malas cosechas, sobre todo, en 1337. La reacción de los
manresanos parece que fue un caso único y, por eso, digno de recordar. Los
consellers que rigen la ciudad en 1339, Jaume d’Artés, Bertran de Castellbell,
Bernat de Sallent, Pere Vilella, Jaume Amargós y Berenguer Canet, obtuvieron
del rey Pere III autorización para tomar agua del río Llobregat, en el término
de Balsareny y conducirla a Manresa. La idea de este transvase de aguas y su
ejecución no era bien vista por el obispo de Vic, Galceran Sacosta, señor de
Sallent, motivo por el cual, en llegar las obras a su territorio, ordenó su
suspensión, alegando que eran tierras de la Iglesia, y al verse desobedecido,
impuso penas canónicas muy graves a los consejeros y a la ciudad de Manresa.
Durante
cinco años, Manresa vivió bajo el peso de la penalización episcopal, con los
templos sin culto y la obra de la acequia paralizada. La cuestión se solucionó
en 1345, mediante la concordia establecida entre la ciudad y el nuevo obispo
Miquel de Ricomà, gracias a los buenos oficios del ilustre jurisconsulto
manresano Ramon Saera. Pero la tradición dice que el problema se resolvió por
la intercesión divina, de una luz misteriosa que, partiendo de la montaña de
Montserrat, apareció en la iglesia del Carme, a mediodía del 21 de febrero, lo
cual obligó al obispo a levantar las penas impuestas a los manresanos y a
permitir la construcción de la Séquia, que debía traer el agua del Llobregat a
la sedienta Manresa, por lo que se celebran estas festividades.
En
los últimos años, se ha hecho coincidir las “Festes de la Llum” con una
magnífica feria medieval, que se denomina Fira de l’Aixada, que ocupa todo el
casco histórico de Manresa, reproduciendo las diferentes estampas medievales,
como los gremios de artesanos y comerciantes, entre otras.
El miracle de la llum
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